domingo, junio 24, 2007

CARTA AL CONSEJO DEL LIBRO


La siguiente carta, cuyo autor intelectual no soy yo si no el periodista Aníbal Barrera que se parece y no sólo físicamente a Pablo de Rokha, la firmé de manera inercial. El daño ya estaba hecho y lo que de verdad ameritaba era el suicidio, pues en esa postulación había demasiado en juego, partiendo por el hambre (de todo tipo) y la credibilidad familiar.

Por eso entendía que sumarme a aquel fútil alegato, seguramente instigado por la poeta Tomasa Cangurón (otrora experta en amiguismos más o menos descarados), era en cierto modo avalar esa forma tan fea del chuchasumadrismo llamada (la palabra no existe) temperamentalidad. Pues siempre, y quizá paradójicamente, he creído que los seres temperamentales son inferiores. Por ejemplo, creo que el hecho de que Tomasa haya dicho que no quería sus "cuatro millones legítimamente ganados, si no sólo las copias de mi libro inédito" (www.letras.s5.com/090607.htm), es un hecho que contamina a todo el género humano. Porque no hay estupidez en el mundo que no sea germen de un infierno posible.

En todo caso, decidí seguirle el juego a Barrera y divertirme. Hay en esa carta, que fue publicada en varios diarios, a lo menos una frase excepcional. Lo que más suscribo de ella es que los señores del Consejo del Libro tienen un criterio de selección por decir lo menos miope que, salvo excepciones, se engulle a sus hijos más dotados (como en el dios Cronos de la foto); y que en el prostíbulo literario de la patria parece estar todo dicho en lo que a concursos se refiere. La batalla por la vida va perdida de antemano, pero lo heróico es ganarla, decía De Rokha: alguien a quien, por políticamente incorrecto, el Consejo del Libro habría ninguneado de manera pertinaz. Pero él se habría permitido cualquier cosa, menos gimotear sin clase. He aquí la carta.

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En fecha reciente, los escritores nacionales Erick Pohlhammer, Raúl Zurita, José María Memet, Sergio Badilla, Omar Pérez, Mauricio Barrientos, Felipe Ruiz, Teresa Calderón, Gustavo Barrera, Víctor Hugo Díaz y Camilo Brodsky emitieron una categórica declaración pública en la que comienzan sosteniendo que nuestro país vive la peor crisis cultural de su historia. Tal lapidario aserto dice relación con los procedimientos empleados por el Consejo del Libro para evaluar los proyectos literarios que escritores emergentes y consagrados presentaron durante el presente año al área de Fomento de la Creación Literaria para su financiamiento. “…Se debería afirmar que el país no tiene proyecto cultural y que su masa crítica, creativa y artística, está sujeta a los vaivenes de la mediocridad, del oportunismo y de la corrupción”, afirman los escritores mencionados.

Desde nuestra perspectiva de escritores de la mapuche región de La Araucanía –tierra pletórica de prosapia guerrera y literaria– expresamos nuestro absoluto respaldo a la legítima protesta de nuestros pares. No lo hacemos desde frustración alguna; de lo que sí estamos ciertos es de la calidad y altura de miras de los proyectos con los cuales concursamos. Así como también de que los evaluadores santiaguinos de los mismos parecen estar obnubilados por una extraña forma de oligofrenia.

A uno de nosotros –Guillermo Chávez, periodista y escritor– se le evaluó técnicamente en términos de que se trata de un escritor conocido en su medio, pero sin proyección nacional. Creemos que se está en presencia de una chabacanería y de una estupidez, toda vez que el proyecto escritural de Chávez consistía en una novela de no ficción en la que aspiraba a poner de manifiesto los vaivenes culturales y las contradicciones –no pocas veces, horrorosos– que ha debido vivir nuestra muy sufrida región desde los días previos al advenimiento de la democracia en 1990. Guillermo Chávez, periodista del diario Austral de Temuco desde 1986, ha sido un observador privilegiado de esa realidad. Por otra parte, ¿de dónde salen esos premonitorios evaluadores, capaces de conjeturar en torno a las posibilidades de proyección nacional de un escritor al que el centralismo santiaguino relegó al anonimato?

Otro de los nuestros –Aníbal Barrera, también periodista y escritor– presentó un proyecto de ensayo acerca de la teoría de un ilustre psicólogo chileno, don Héctor Pauchard, la aplicación de la cual tendría significativos logros en la convivencia social de nuestra patria, particularmente en la prevención de todas las formas de violencia agresiva. La tenaz estulticia de los evaluadores los llevó a sostener que se está en presencia de un interesante material ensayístico, pero no lograron divisar las proyecciones de la obra; pese a que la fundamentación del proyecto carecía de fisuras, según lo expresó un connotado integrante local del Consejo de la Cultura y las Artes.

Luis Marín, también periodista, elevó en su calidad de escritor profesional un proyecto novelístico de indiscutible interés, nutrido por su experiencia reporteril, la cual le permitió conocer la increíble evolución de un ex oficial del Ejército de Chile, desde una irreductible devoción a la filosofía de Nietzsche hasta su actual condición, evolución que da cuenta de su paso por muchas ideologías políticas, en una suerte de correlato de 40 años de la historia nacional de las que fue testigo omnipresente. Los competentes evaluadores estimaron que el proyecto de Marín es una suerte de apología del nazismo, lo que ven en contraposición de la lógica del Consejo del Libro y la Lectura.

¿Qué es todo esto sino chabacanería y estupidez? ¿Se equivocan acaso aquellos escritores nacionales cuando afirman que la masa crítica, creativa y artística de nuestra nación está sujeta a los vaivenes de la mediocridad, del oportunismo y de la corrupción?


Aníbal Barrera Ortega. Periodista y escritor
Guillermo Chávez Sepúlveda. Periodista y escritor
Luis Marín Cruces. Periodista y escritor.


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domingo, junio 17, 2007

EL ODIO VIRTUAL: PARTE UNO

Hace algo de tiempo, cuando el joven poeta HIPERVENTILADO Camilo Herralde (uno de los seres más proactivos de la poesía chilena que he conocido en el último tiempo) ideó el blog www.violentosur.blogspot.com (que debe estar fuera de circulación), con el fin de informar sobre los pormenores de esa interesante actividad que fue el PRIMER ENCUENTRO DE POESÍA “VIOLENTO SUR”, que se desarrollo en la ciudad de Temuco a fines de enero de este año 2007 y con casi 30 invitados, nadie pensó, ni en sus mejores sueños o pesadillas, que el blog aquel se convertiría en un auténtico vertedero de la envidia y del resentimiento.

Asimismo, al revisar de manera profusa una serie de páginas (como por ejemplo el espléndido blog de Pablo Rumel,
www.digresivo.blogspot.com ) me doy cuenta de que hay en el aire una suerte de ética de la envidia, de odio ciego y contumaz, de cuestionamiento hacia todo aquel que por las razones que fuere está mejor posicionado o-ha leído-más-o-ha-dado-más-que-hablar-o-tiene-más-y-justa-fama-dinero-o-mujeres-o-gracia-o-talento-o-suerte-o-simpatía-o-conjunciones-astrales-más-benévolas que uno. Pongo el caso de Rumel, un sujeto gratamente enciclopédico y adepto al rock pesado, porque en varios de los comentarios de sus blogs le han tirado una mierda a mi juicio inexplicable, ¡SI HEMOS DE CONSIDERAR LO QUE DE VERDAD IMPORTA EN UN BLOG QUE ES SU CUALIDAD APORTATIVA! Como estoy un poco viejo, con enfermedades a la próstata y perdiendo la vista y el olfato, quizá peque de ingenuo al reparar en algo tan obvio, mas recapitulando llego una vez más y por diez milésima vez a la conclusión de que la envidia SE ACRECIENTA PRECISAMENTE AL CONTEMPLAR LA GRANDEZA DEL OTRO. Ya lo dijo Friedrich Wilhelm Nietzsche en el aforismo N° 173 de la cuarta parte de su notable “MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL” (libro que recomiendo encarecidamente, quizá incluso más que el archimanido pero no por eso menos agraciado “ALSO SPRACH ZARATHUSTRA”) : “NO SE ODIA A QUIEN SE DESPRECIA, SINO AL ADVERSARIO A QUIEN SE ESTIMA IGUAL O SUPERIOR A UNO MISMO”. Así de simple es la cosa, y en la lógica de la envida (que según la teología es el segundo pecado capital menos grave después de la pereza, pero para mí es uno de los primeros) cabe todo, por ejemplo espetarle a la gente vicios, defectos y errores que nada tienen que ver con el tema tratado.

Sobre esto último debo mencionar un dato interesante. Hace unos cinco o diez años atrás (prefiero indeterminar la fecha) el ultra-laureado poeta Genaro Huenchullán (con quien he tenido desencuentros terminales a causa de su soberbia) estuvo gravemente enfermo de cáncer. A raíz de eso, su archienemigo cabal (y aquí estamos hablando de una querella literaria digna del odio entre Pablo Neruda y Pablo de Rokha, aunque los actuales vates no les lleguen ni a los talones a aquellos colosos), el poeta Elicura Llanquilef, le vertió a Miguel Cerón Bontes el siguiente comentario: “¿Y TODAVÍA NO SE MUERE ESE CONCHAS DE SU MADRE?” Me parece que eso es demasiado. Porque hay otras armas. Porque hay otras formas, algo menos innobles, de combatir o despreciar al enemigo o adversario. Yo creo que lo único que va quedando en esta bolsa de gatos (de campo) que es la literatura chilena, es mentar a los hijos, diciendo por ejemplo: “¡maraco conchas de tu madre, al menos yo no tengo un hijo con síndrome de down!”. Cuando ello ocurra, estaremos en un estadio superior de involución, pero en esos tiempos, la televisión exhibirá en horario prime programas de sujetos desollados y vertidos en agua caliente, o violencias de esa índole, de las que la Historia está llena.

Por ejemplo, el zar Iván el Terrible (1530-1584), un ser que emprendió algunas notables campañas militares, un verdadero triunfador, se caracterizó por un grande desprecio por sus semejantes, y por sus alardes mistizoides. Extraeré tres párrafos de su biografía elaborada por el ruso Henry Troyat:

“Por pura crueldad refinada, los maridos eran torturados delante de sus esposas, las madres delante de sus hijos. Les daban latigazos, les rompían los miembros, los emasculaban y tostaban a fuego lento… Al principe Oprichnik lo hirvieron en agua caliente y lo sumergieron después en agua helada y su piel se desprendió como la de una anguila, y esto fue hecho delante de toda su familia. En todo aquel suplicio, Oprochnik no paraba de rezar y pedir por la salud del zar”.

“Según el zar, para conocer los misterios humanos no había nada más instructivo que observar las reacciones de una víctima indefensa enfrentada al dolor y la muerte. Incluso alguien como él, acostumbrado a las cámaras de tortura, sentía placeres inéditos… Después de moler a palos, desollar, atenazar, descuartizar, asar, el zar se hundía en la mujer o en Dios con bríos renovados, porque era un sensualista irrefrenable y un hombre muy creyente”.

“Cuando torturaba a un culpable verdadero, tenía una sensación de venganza cumplida y, más allá, de estar de acuerdo con el tribunal de Dios, lo cual era muy agradable. Pero cuando torturaba a un inocente su gozo era más sutil y más intenso. Lo que sentía entonces era el placer de hacer daño por hacerlo, la embriaguez de destruir a un semejante sin motivo, el orgullo de sentirse encima de las leyes humanas. La justicia injusta es un manjar refinado… cuando castigaba sin razón se volvía igual a Dios”.

EL ODIO VIRTUAL: PARTE DOS


Quizá el carácter digresivo del posteo anterior me llevó a otras aguas. Yo hablaba del odio virtual. Decía que muchos de los blogs se han convertido en receptáculos del resentimiento y de la envidia, vertidos en forma de comentarios casi siempre anónimos, a modo de chistes o recados funestos o invenciones de apodos y contra invenciones. Y ello -el no saber quien es quien- es extrapolable a buena parte del fenómeno de internet, que ocurre de manera virtualizada, con gentes que muchas veces no tienen rostro, ni edad, ni nacionalidad, ni sexo siquiera. En Colombia, sin ir más lejos, hay varias páginas de sicarios que ofrecen sus servicios y a los que nunca les veremos la cara. Nadie sabe quien es quien en este paraíso o este infierno de la web.

Voy a contar una experiencia personal, que algo tiene que ver con el blog censurado.

En el verano del presente año de 1987 hubo un encuentro de poesía con casi 30 invitados de varias ciudades. Uno de los organizadores fue un sujeto (Lautaro, setiembre de 1975) a quien por comodidad narrativa llamaremos Cocorro el Cocodrilo. Es éste un hombre de barba y corazón luciferino, más petulante que el hipo y del todo estragado en la feral esquizofrenia, enfermedad que nunca le han diagnosticado (pues nunca ha ido a un siquiatra), pero que -entre otros males- lo lleva a autodesbaratarse y a ¡MENTIRSE A SI MISMO! Sobrarían los ejemplos para rubricar mi aserción, pero puedo contarles, así para mentar uno solo de sus chistes, que hace algunos años, cuando yo hacía un curso de inglés en la ciudad de Santiago, le conté que intentaba mis primeras traducciones, específicamente de algunos poemas del irlandés William Buttler Yeats, y el me contestó : “me parece bien, pero si yo hiciera un curso de inglés lo haría con el único fin de superar a Shakespeare en su lengua”.

Hace poco más de un mes este niñajo (no es oligofrénico pero aparte de ser envidioso se autodesbarata, lo cual lo convierte en uno) me sorprendió, estando yo muy borracho, llevándome desde su casa y sin antes consultarle, la antología de poemas de Bolaño “La universidad desconocida”. Este deporte lo hemos mutuamente practicado durante años sin que ello constituya una querella por hurto calificado (de hecho, para bien o para mal, la propiedad privada de los libros es algo siempre relativo, por lo cual aconsejo intercambiar o regalar, pero jamás prestar). A raíz de eso, un par de horas después y luego de recuperar “La universidad…”, me expulso furiosamente del bar que regenta, y sólo gracias al oficio de varios amigos, casi todos poetas (porque supuestamente se realizaba la última versión de “Violento Sur”, ¡PERO SIN PÚBLICO PORQUE EL SUJETO NO LE DIJO A NADIE QUE LE HABÍAN SACADO UN PARTE POR ATENDER SIN PATENTE!), no llevó a cabo su intención.

Pero eso no es todo. Como debido a la gran cantidad de posteos insultantes y ninguneantes que Cocorro el Cocodrilo recibió en el blog de
www.violentosur.blogspot.com, y de los cuales él se defendía de una forma que da pena, ya glorificándose (“fui educado en las artes del karate y la maratón; soy un ser luminoso y superior a quien todo el mundo abre las puertas”) o inventando cartas de mujeres que lo han admirado, se volvió paranoide. Al punto de amenazar con golpearme si iba a su casa a buscar la mochila que me sustrajo para ver si le había sacado más libros. En esa mochila estaban dos ediciones de mi texto “Palacio Larraín” (“La calabaza del diablo”, 2006) y -esto si que me duele más- algunas notas de prensa donde se habla de los lanzamientos que he hecho de mi libro, de las que no tengo copia.

Lo cierto es que no me va a devolver la mochila. Es más, me amenazó groseramente si yo iba a conversar, civilizadamente, el asunto a su casa. En años anteriores no habría sentido temor de ir de todas formas, pero en el tiempo presente, Cocorro consume montañas de cocaína… y quines sabemos de ciencia intuímos lo que la cocaína podría provacarle a un tipo que más encima no sabe quien es. Que es virtual. Más irreal que su perpetua cazuela de mentiras.

Ante todo, lo que le duele a Cocorro es que yo haya publicado antes que él, y el que yo sea considerado un escritor y él no, debido a lo cual suele acusarme de FAMOFÍLICO (acabo de inventar una palabra). Además, siempre me achaca como un crimen el que yo sea de otra clase social que la suya, el que no haya pasado hambre durante mi infancia, y el que mis padres me apoyen en momentos en que yo no puedo autosolventarme. Eso es esquizofrenia, porque a él también lo apoyan; de hecho, el bar que atiende (y que en ciertas épocas le reporta montañlas de dinero) se lo arrendaron sus proletarios y esforzados padres que en realidad se dedican a eso. Algo me dice que esa bar seguirá teniendo buenas ganancias, pero estoy casi seguro que Cocorro el Cocodrilo va por mal camino si no acude de manera urgente a realizarse un sahuerio… o a lo menos una carta astral, porque el buen hombre no cree en Dios ni en casi nada de manera constante. Es más, ahora dice estar enamorado de una tipa a quien en cierta ocasión insultó por mail de la forma siguiente “Y DÉJAME TRANQUILA POBRE HUEVONA. Y NO TE DIGO HIJA DE PUTA PORQUE NO TIENES MADRE”.

Nada más virtual que Cocorro. Nada más irreal que Cocorro enojado en virtud de cuestiones virtuales. Al menos me has regalado un personaje, mi querido Pedro Chucha Rancia.

sábado, junio 16, 2007

La Aristocracia Bastarda: Una columna


La siguiente columna de opinión fue publicada en la edición de junio de el periódico "El Fuerte", de Parición (24 de diciembre de 1603), dirigido por el periodista nacimentano Fernando Castro Cid, fundador del mismo en el verano del año 2003.
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Cuando a mediados de los 60’s y en pleno contexto universitario irrumpió la televisión en Chile, se definió a si misma como un medio de comunicación cuyos fines eran “educar, informar y entretener”, en ese preciso orden. Se priorizaba así lo formativo (es decir, lo que entrega esencias y valores) por sobre lo informativo (entregar noticias de actualidad) y la mera entretención (que como sinónimo de pasatiempo puede ser cualquier cosa, desde un concierto de música clásica hasta un video de tortura infantil… ¡que los hay!).
Ha cuatro décadas y algo de ese hito fundacional, las cosas se han invertido: lo formativo yace recluido en los horarios de bajo rating, y lo informativo, que poco y nada informa, tiene que ser impactacte, espectacular; da lo mismo si nos aclara u oscurece un tema. Por ejemplo, cuando hay un temporal con miles de anegados (casi siempre miserables), el tema no son las causas climatológicas o el estado de las estructuras urbanas, si no el ver a un sujeto gimoteando por haber perdido todo, mientras el periodista -casi siempre un cínico profesional- entrevista a una señora con su hijo tosiendo como tuberculoso, preguntándole cómo se siente; eso es lo que, desde una cómoda distancia, nos “conmueve”, instándonos tal vez a despojarnos de aquellas migajas que nos hacen sentir solidarios.
Pero lo que más suscita nuestra atención, son sin duda los temas de farándula, esa carnicería de egos sin esencia : víboras con lepra en el alma (como Pamela Díaz, que aparece en la foto junto a su pareja en un simulacro de matrimonio que engañó a medio Chile y le granjeó millones) o pordioseros del espíritu (como el señor Morandé), casi siempre groseros y orgullosos de su ignorancia, de su violencia y de su poder. Si, poder. Porque simbólicamente han pasado a ser parte de una aristocracia (que quiere decir “el gobierno de los más óptimos”), de aquellos seres que -como ocurría antes con los nobles que dirigían los destinos de una nación- suscitan nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro dinero, porque cada segundo televisivo vale millones, y cada minuto que les damos enriquece su mugroso cuento. Lo más increíble de todo es que la mayor parte de nosotros sabe que es así; casi todos decimos: “este programa es una mierda, una colección de imbecilidades”, mientras, como hipnotizados bovinos, no tenemos el coraje de apagar la tele. Pero, bastarda o no bastarda, es -junto con los políticos y empresarios que mueven los hilos de la realidad- nuestra aristocracia: la gente que ha triunfado en el reino de este mundo. ¡Arrodillémosnos ante ellos y ante el altar de la televisión!

jueves, junio 14, 2007

EN CHILLÁN PRESENTANDO "PALACIO LARRAÍN"



(mural de Siqueiros y Guerrero en la Escuela México de Chillán)
PRESENTADO MI LIBRO (QUE TUVO UNA PÉSIMA DISTRIBUCIÓN Y QUE CASI NO HA SIDO CRITICADO EN LOS MEDIOS, PESE A SU CALIDAD INTRÍNSECA) EN YA CUATRO CIUDADES (NACIMIENTO, TEMUCO, LONCOCHE Y AHORA CHILLÁN). Y ESPERANDO PRESENTARLO LUEGO, EN SANTIAGO, GRACIAS AL INTERÉS DE LOS POETAS HIPERVENTILADOS CAMILO HERRALDE, FÉLIX BECERRA Y AGUSTÍN HIDALGO, ENTRE OTROS: LA IDEA NO FUE MÍA, SI NO DE ELLOS.
CHILLÁN. ENTRE EL 5 Y EL 9 DE JUNIO DE 2007
Martes 5 de junio de 2007. 5 de la tarde. El bus me deja en otro terminal y pienso en la indeterminación, en el error como entidad gloriosa, pese al frío oscuro que me arredra...

6 de la tarde. Consigo llegar al terminal "Tarapacá", un auténtico hormiguero que quizá funcionaba ha 20 años. Al llegar veo a una mujer no demasiado atractiva que llora desconsolada y sin pudor; deploro no poder decirle algo y me siento cobarde. Me trabaja la ansiedad porque el poeta Rodolfo Hlousek Astudillo (Chillán, 1977), encargado de la actividad de lanzamiento de "Palacio Larraín" (editorial "La calabaza del diablo", 2006), mi primer libro publicado, no llega a la hora convenida. Llamo al fonomóvil que me dio y me contesta Marcela Chandía, quien inusitadamente amable me dice que me puede pasar a buscar. Pero sigo esperando hasta que llega Hlousek, quien me pide acompañarlo al diario "La Discusión"; mas antes de eso y a metros de la hermosa catedral saludamos a un sempiterno y arácnido profesor universitario de boina ploma, a quien entre sonrisas le cae una lágrima sagaz. Nos cuenta que la Universidad del Bío Bío está tomada.

7 de la tarde. El ambiente del diario "La Discusión" es demasiado tranquilo, y se celebra que Chillán será sede de un evento mundial y deportivo de fútbol de mujeres. Hallamos al poeta Andrés Rodríguez, quien nos habla de sus presentes avatares; el tono es cordial, y su poesía -que leí después- tiene momentos admirables. Luego, lo inesperado: al salir del diario y ya en el paseo peatonal, un peleador clandestino de 108 kilos y dedicado a la venta de combustible, acompañado de un amigo algo más mesurado, nos "obliga" a beber en el "Shopdog", no sin antes preguntarme a lo menos 10 veces si soy homosexual, mientras le da golpes en el pecho al bueno de Hlousek, y en un momento está a punto de safarle el brazo. 9 de la noche. Llegamos a la casa de Bambasch, un artista visual y bajista que nos dará asilo. Bambasch (
http://bambasch-galeria.blogspot.com/) tiene dos mascotas entrañables (un gato plomo y una perra negra) y deambula en las naves del crepúsculo, como el sol dimanado de su tornamesa de discos setenteros. Y seguimos bebiendo, como dice un poema del Rodolfo subnutrido.

Es bueno que el lector ya sepa que mis casi 5 días en Chillán conforman una sola y larga noche, con ciertos intervalos de luz. Al otro día conocemos a Fidel Torres, un marxista de biblioteca clásica y espíritu acogedor que nos invita a su casa, junto a dos amigos más, a probar las mentadas longanizas chillanejas. Glorioso. En algún momento me confiesa que las chillanejas (las mujeres, no las longanizas) incitaban a la misoginia: ese cabal odio al ser femenino que puede tener muchas y hasta bien justificadas razones, pero que sólo provoca dolor; luego me diría que nada de eso va con él. Vemos un implacable video que denuncia el horror capitalista de las corporaciones; me siento un izquierdista más, pese a haberme salido del absurdo (ahora lo sé y sobre todo tras leer la primera parte del "Breviario de podredumbre" de Emil Ciorán) de cualquier ideología. Luego caminamos como locos (deporte favorito de Hlousek, el más abnegado viajero de la poesía chilena) y llegamos al bar "13 Lunas", donde se hará el evento de mi libro; el dueño es un joven, generoso aunque formal en demasía y sospechosamente parecido al videísta Michael Moore. Vendo un par de textos e invitamos a unos universitarios a beber palanganas de cerveza: el avaro y el manirroto están según el Dante en el mismo recinto del infierno, pero eso no lo aprenderé jamás.

Al día siguiente (¿dije siguiente o dije anterior?) Hlousek me lleva a la casa del poeta Sergio Hernández (1931), compañero de generación de tipos como Enrique Lihn (1929-1988), Efraín Barquero (1931) y Rolando Cárdenas (1933-1990), y amigo personal de Jorge Teillier (1935-1996) y de los nóbeles Vicente Aleixandre (español: 1898-1984) y Pablo Neruda (1904-1971). Su aspecto noble y sutilmente decadente, con una mirada penetrante y elegante ironía, resultan conmovedores; su conversación de primerísima fuente es invaluable.

Luego, el evento. El vértigo. Los amigos que cumpliendo su palabra se hacen presentes, y la cerveza que corre como un alguacil. La lectura furibunda de quien esto escribe, un bis, mi furioso y aleatorio juego con 2 o 3 monstruosas chillanejas (singularmente bellas, como una mascota o un cigarro botado en la acera) que luego mentarán aquel desliz con incomodidad. Nada nuevo. Las malas lecturas están a la vuelta de la esquina, y nada tiene que ver el dolor con el dolor ni Chillán con mi orfandad. Luego, la venta de 3 o 4 ejemplares de mi libro de relatos imbricados, "Palacio Larraín", y la huída con John Milton y dos amigos más para seguir bebiendo un fraternal vino en caja en las calles agotadas de la urbe. Cuando vuelve la luz visitamos el cementerio y brindamos in situ por el "Gato" Monroy y por Francisco Merino ("estrella fugaz por la que nadie pidió un deseo"), dos juveniles mártires del panteón de Rodolfo.
El último día vamos a casa de Gloria Garrido, una profesora de inglés que cuenta con la biblioteca en lengua inglesa más grande que yo haya visto en un hogar, y que compra el último ejemplar de "Palacio…" y nos traduce el poema "the winding stair", del irlandés Yeats. Antes de tomar el bus conocemos al tío de Rodolfo, algo triste por motivos que no son del tenor de este mail, quien viendo nuestros rostros se apiada y nos invita un vaso de vino caliente en el mercado, que debe ser uno de los mejores del país.

En Chillán se bebe y se conversa. En Chillán se acoge al forastero, se palpa la cultura en cada por(r)o, y el arte es un incendio que todo lo devora. Se huele el infierno de un grande pueblo amigo, de sujetos entrañables que se odian entre ellos (es obvio que exagero). No me pregunten de calles, de horarios, de la importancia o la futilidad de este viaje a la tierra de O'higgins y Arrau. Ahora, y en habiendo llegado a mi casa, sólo quiero descansar y volver a la vigilia.