lunes, enero 09, 2012

UNA ENTREVISTA

LA SIGUIENTE ENTREVISTA FUE PUBLICADA EN EL SEMANARIO "TIEMPO 21", EL VIERNES SEIS DE ENERO DE 2012
Por Ireneo Funes, periodista. Paradójicamente, esta entrevista fue realizada desde Concepción, lugar donde resido desde hace un tiempo. Y la paradoja no está dada por la lejanía, que internet soslaya, sino porque Marín, “desencantado de cierto periodismo temuquense”, me pidió a mí que, tras leer su reciente novela “Ciudad Sur” (Del Aire Editores), que presentó en el Museo Ferroviario “Pablo Neruda” de Temuco el 16 de diciembre pasado, le hiciera algunas preguntas sobre la misma. ¿Cómo sintetizas tu libro “Ciudad Sur”? Una novela de 17 relatos inspirada en hechos acaecidos entre 1990 y 2007 en una ciudad ubicada entre los 38 grados de latitud sur y los 72 grados de longitud oeste, los cuales son narrados, ya en primera o tercera persona, por el periodista Antonio Roquentin, y cuyo antagonista es el empresario que fundó y desfondó una universidad. Como dice un crítico, “Ciudad Sur” despliega con risa y con llanto un carnaval de esperpentos culturales, engendros salidos del libertinaje económico, la egolatría demente, las miserias de los artistas y las fanfarronerías literarias. Qué dificultades y facilidades tiene un escritor que radica y radicaliza su contexto literario y humano en el sur de Chile? Entiendo que Temuco y Concepción son realidades diferentes. El tema de la visibilidad, en un contexto general de neo-analfabetismo y retroceso literario, es un vía crucis para casi todos. A mí no me ha afectado mayormente la distancia de Santiago, porque hice algunos estudios allá y he estado involucrado en la escena nacional (es un decir) desde el año 2003; además, Temuco también ha protagonizado ciertos hitos literarios relevantes. Lo complicado es la mentalidad pueblerina: esclerótica, dada a las genuflexiones y donde los funcionarios, hasta los más ignorantes y cobardes, se creen seres superiores. Hace un mes participé en una lectura y el director de la entidad convocante, tras hacer una introducción de 15 minutos, leyó un poema muy malo dedicado a la Mistral, habló de los fantasmas de su prócer y pidió un afectado aplauso hacia los poetas. Su cortesía enfurecida y mojigata –como de huaso ofreciendo porotos con champaña– es un ejemplo de cómo se entiende la cultura en estos lares. En cuanto a las facilidades, puedo decir que esta tierra de colonos, inmigrantes y mapuches expoliados, cuenta con un imaginario prodigioso que apenas ha sido trabajado. Pero más que de facilidades, yo hablaría de posibilidades. Acá todo es un poco más difícil. En esta ficción armaste un cruce entre personajes deudores de la literatura (o del cine) y la investigación periodística. Háblanos del método de trabajo para tal. Mi idea fue mezclar ficción y crónica porque –según entiendo los actuales tiempos de simultaneidad y olvido, donde todo y nada está a la vez– la realidad apenas se sospecha. La gente se mueve por sensaciones térmicas o por emociones a control remoto, y eso me hizo escribir para un estadio intemporal y también a-espacial. Como diciendo: “no conozco a nadie y nadie me conoce, pero manejo relevante información”. Asumo que corro algunos riesgos, pero mínimos, porque la literatura está como enterrada. Los antagonismos en "Ciudad Sur" están personificados por el empresario (o el político) y el artista. ¿Qué tienen ambos en común y qué los diferencia? El elemento en común y que obra como una suerte de pecado capital en “Ciudad Sur”, es la ambición ilimitada: el deseo de acarrear agua a sus respectivos molinos para elaborar un programa total. Pero el empresario y el político son la gloria de este mundo y quienes administran la realidad. Y el artista, o la mayoría de ellos, hablan desde los márgenes, a veces tan sólo rumiando. Mi delirio fue la subversión de tal estado y al precio que fuere. El resultado es hilarante y horroroso. Como en tu libro anterior (“Palacio Larraín”, 2006), acá utilizas el cuento a manera de relatos imbricados. ¿Por qué apostar por este formato? Fue para evitar el desborde, porque también hablo de otros temas relacionados con la biografía del protagonista Antonio Roquentin (1977). Además, el hecho que cada relato se pueda leer por separado, permite, en virtud de la concisión, una mayor cantidad de combates en una misma velada boxeril. En la contratapa de tu libro, el crítico Álvaro Bisama te reseña como “cartógrafo del infierno”. Cita acertada cuando el tono acusatorio de tu escritura nos remite directamente al Antiguo Testamento. Háblanos de ello y de cierta fijación por lo malicioso y retorcido. No hay tal tono acusatorio desde el momento en que victimarios y víctimas –incluido el narrador Antonio Roquentin– cometen perfidias similares. Lo que prevalece finalmente es un tono que, si bien tiene bastante de macabro, remite a la sátira o al humor negro, en el sentido de mecanismo de defensa del yo frente a la realidad externa; además, recrear el mal es también una forma de conjurarlo. Sobre mis alusiones al Antiguo Testamento, estas tienen que ver con la presencia de epígrafes extraídos de los Libros Sapienciales de La Biblia, llamados también de Poesía, y que son siete en la Biblia católica y cinco en la protestante. Esa inclusión tuvo un afán menos pedagógico que cultural: un japonés o un griego pueden intuir, aunque sea una parte del sentido de mi libro, leyendo el epígrafe respectivo de cada cuento… Evangelio según Mateo 5,6.