lunes, agosto 20, 2007

VOLVIENDO A CIUDAD SUR



El frío persiste, pero el sol amengua la sensación sicológica de muerte propia del nublado. En Coñaripe nevó. Estoy en el soleado Nacimiento (ayer comí tortolas con salsa de vino, petalos y longaniza ranchera, gracias a Mario Galaz que me llevó al cumpleaños del profesor y folclorista Gabriel Barrientos, que es muy momio pero muy buena persona) y mañana regreso a Ciudad Sur, esperando encontrarme con María José, un chica sencillamente encantadora, como un gato colorín en primavera.

Maldonado fue operado y salió del hospital. Está muy bien y eso es maravilloso. Ayer me envió un largo comentario sobre Mirko Josic, el croata que llevó a Colo-Colo a ganar la Copa Libertadores del 91, y que según él es un antecedente directo del loco Bielsa. Josic era un tipo muy cerebral que implantó el esquema de jugar con un líbero, dos stoppers, dos laterales a la altura de la media cancha, cuatro volantes (dos de marca y dos de creación) y un solo delantero. Con ese rarísimo invento el Colo fue una máquina imbatible donde, a la brasileña, los laterales volantes Pizarro y Espinoza llegaban a centrar varias veces por tiempo, como dos punteros netos. En Chile no entendíamos cómo un equipo con un solo punta podía ser tan ofensivo, tan vertiginoso; fue notable cómo impuso el concepto de la marcación individual y un alto nivel de exigencia física. Se dice que no concebía que si a un futbolista le pides dar 12 vueltas a la cancha éste de sólo 9; esa costumbre tan chilena de sacar la vuelta (y aquí si que es atingente el mentado concepto) le parecía irreal.

Es de esperar que con Bielsa, un admirador de Josic, se acaben los temas de indisciplina, las llamadas y contactos con “los seres queridos” que sólo distraen al jugador; éste debiera sentirse como en una guerra, comiendo inteligentemente, entrenando y mentalizándose para salir a asesinar, dando la vida en ello, sin fijarse en la novia, el bebé recién nacido o -horror de horrores- en el enmierdado programa televisivo que le pregunta, ad portas del partido, si se revolcó o no se revolvó con Juanita Chuchañoncha o Ramona Nalgaverde.

Con singular afectación, Maquiavelo también me habló de los sufrimientos del pueblo peruano a raíz del reciente terremoto. “Lo que me altera es que el gobierno del Perú no tenga un aparato de planificación de emergencias para soportar este tipo de desastres. No hay morgues, se caen las redes del teléfono y no se levantan en días, escasea el agua de un día para otro y todo el país parece aplastado, como si esa violencia española que otrora dejó pobre de autoestima y de oro al virreinato, les pesara como eterna maldición. La inocencia, que tantas veces nos hace tropezar con monos incendiados (“el pueblo unido...”, “un pronunciamiento”, una “alegría ya viene”) quizá azota con más fuerza a nuestros hermanos incaicos… "porque YO VOTO por Fujimori, porque con él seremos igual que el Yapón, señorita", o "Con el Cholo Choledo tendremos una real democracia para el pueblo". Parece que después de tantas dictaduras, de tantos años de senderos y promesas sólo quedaran las ruinas inertes y humeantes de un imperio que sólo se sostiene con la fe de su pueblo, resignado a un infortunio secular".

César Abuelo, poeta idealista (filosóficamente hablando), me envió una crítica muy favorable que le hizo el doctor Gregorio Rojas a su trabajo, incluido en la antología de poesía mapuche “La memoria iluminada”, perpetrada por Genaro Huenchullán. Su gesto de minotauro que ve a a literatura como un ejercicio de poder elitista, lejano al pueblo o al sujeto de a pie, se parece más al del alumno brillante quien con estudiada petulancia te refriega sus notas sin pretender nada más que ponerte el pie encima
, que al del alumno solidario capaz de trascender de si. Desde que conozco a Abuelo lo sé un poeta noble, pagado de si mismo y alejado por completo de ese gesto de pedagogía natural que algunos vates tienen y que los hace entrañables; a él le importa un rábano la suerte del tipo analfabeto o sin lecturas...
Me siento en parte como en la última imagen de "El expreso de medianoche" (en la foto la carátula del filme de Alan Parker), cuando Billy (un joven norteamericano que apresan en Turquía por traficar droga y envían a una cárcel totalmente inhumana), luego de matar al sicótico guardia que le hacía la vida insufrible, huye disfrazado de guardia por el patio, y tras ver cabizbajo y resignado como venían a apresarlo, al final casi no puede creer que no lo descubran y empieza a correr hasta dar un salto de alegría. Última imagen congelada de ese dramático filme.