viernes, octubre 05, 2007

MILÉSIMA OPINIÓN SOBRE LA CÁRCEL DEL CLAN PINOCHET


Ayer compartí un par de cafés con Paula Palma Bovary, periodista del sector salud en Ciudad Sur y una de esas amigas que valen más que un cofre lleno de tesoros y que…

En algo más de dos horas conversamos de temas como: la sencilla eficacia de los versos de Jorge Teillier (“fui al patio a decirle a los conejos / que el amor estaba muerto”) del todo exentos de palabrofilia (adicción a las palabras), y de su trágico alcoholismo que nunca lo llevo a agredir más que a si mismo; de los aborrecibles efectos secundarios del floripondio y de la caspa del diablo; de lo pesadillesco (la palabra no existe) de las espléndidas cintas Hellraiser y de algunos pasajes intolerable y bellamente espeluznantes de David Lynch, pero que son superados por el museo de horrores que suele mostrarnos la realidad social (discutíamos el caso de Gerardo Manquilef -ese es el nombre real-, un ex alcalde que ya no vive en Chile y que le dio a beber a un niño mapuche de 5 años una botella de whisky que le provocó la muerte); de la naturaleza misteriosa de la protervia (maldad extrema), que se escapa de todo parámetro biográfico o siquiátrico, parámetros que hasta pueden erroneamente justificar dicha protervia; de aquella genial frase de James Joyce que asegura que en un sueño uno es a la vez el dramaturgo, el director, el espectador y el actor de una misma obra de teatro; de la amistad que Paula tuvo en su infancia con una amiga imaginaria, para palear su soledad de hija única y satisfacer el espíritu de competencia que todos bien o mal llevamos dentro; de la enorme diferencia que hay entre tener dolencias y ser constitucionalmente enfermo (dimos el caso de una futura doctora en literatura que tiene depresión endógena y severos problemas hormonales, y que fomenta una testarudez intelectual y académica sustentada, explicablemente, en la fuerza bruta y en una cobardía sin fin); y por cierto que también de la cárcel que afecta a la familia de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (en la foto se le ve con parte de su familia en tiempos mejores).

También hablamos de muchos otros temas que no tienen cabida en este blog.

Paula, que necesariamente ha debido indagar en el tema de la salud, me dijo que el tragicómico caso de Pinochet y su clan era como la caprichosa metástasis de un cáncer, “que una vez muerto deja ramificaciones insospechadas y hasta más dolorosas que el mismo cáncer que las engendró”. Le comenté que aquella metáfora me llevó a recordar la famosa frase de Gustavo Leigh Guzmán (integrante de la junta que encabezó el pronunciamiento del 11 de setiembre), que comparaba al defenestrado (destituido) régimen de Allende con un cáncer… y los cánceres “se pueden” o “se deben” extirpar… lo que sin duda motivó que más de algún militar, al torturar, pensara que estaba sanando al cuerpo social. Luego me dijo que el asunto, la gran noticia de la semana, no le provocó tristeza y en eso no estuve de acuerdo con ella.

En primer lugar, porque a causa de mi aristocratizante (de)formación espiritual tiendo a despreciar las emociones gregarias: si diez millones de sujetos se jajajean yo no tengo nada de que reír (salvo en el fútbol). En segundo lugar, porque resulta irreductiblemente abyecto patear en el suelo a un derrotado: no digo que la imputación hecha a estos sujetos sea arbitraria o que, como dicen los pinochetistas (algunos de ellos excelentes personas), “no es más que una cortina de humo destinada a tapar los graves problemas del gobierno”; sólo digo que desde el caso Riggs, Pinochet ya fue condenado por la Historia, por el diario “El Mercurio”, por sus ex aliados y por la implacable danza de la realidad, y la miel sobre la miel repugna. Y en tercer lugar, y aquí finalizo, porque trivializar la palabra Justicia es una desmezura peligrosa: Aquellos (y apelo a la noción de ser humano) que de forma jactanciosa y petulante y hasta canallesca se están llenando la boca con frases como “justicia divina” o “así como pecas pagas” o “la fuerza de la verdad”, son, por cierto que con matices, los mismos animales vengativos que celebraban con champagne y que hasta siguen celebrando como la segunda independencia de Chile la ejecución de una violencia que puso fin a un gobierno desesperado y casi puramente emocional. Actúan con la vileza del sujeto que se enorgullece y alegra de haberle vaciado una pistola en el mate a un delincuente peligroso que entró a robar a su morada, en lugar de preferir que aquel asalto jamás hubiera acontecido. El pinochetismo puede ser torpe y hasta delirante, pero el mal siempre ha estado en todas partes, señores.
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¡Última hora!: el clan fue liberado por obtusa negligencia o por torpeza o no sé bien por qué. Mas ello no cambia las ideas esenciales de mi escrito.