miércoles, marzo 07, 2012

CONTRA LA DISCRIMINACIÓN


El fin de semana pasado, el joven Daniel Zamudio de 24 años fue brutalmente agredido por neonazis a causa de su condición homosexual. Al momento de escribir esta columna, no se ha dilucidado si quienes dejaron a Zamudio en riesgo vital, además de marcar su cuerpo con svásticas, fueron o no militantes de algún grupo de esta variante posmoderna –más bien bastardizada y sin ideas– del nacional socialismo hitleriano, esa febril apología de la violencia. Lo cierto es que la depravada acción de estos facinerosos, tiene a un muchacho inocente, calificado como dulce y responsable por los suyos y que estaba mejorando su destino, hospitalizado y en estado grave.
Personalmente –por razones que no son religiosas ni conservadoras y sí acaso intemporales–, creo que la homosexualidad es un error o una anomalía, pero sería absurdo, como lo pretenden sujetos como Carlos Larraín, que en base a nuestras creencias pretendiéramos imponer una forma de vida a todo el resto de la sociedad. Es más, desde hace décadas que las democracias de occidente vienen entendiendo que vetar a los homosexuales y lesbianas es un atentado a la libertad y, en definitiva, a la diversidad cultural y a la democracia misma. Por ello y porque Chile, aunque con mucho retraso, también suscribe esa corriente, la acción perpetrada contra Zamudio vendrá en acelerar –en la letra y en las mentes– la tan mentada Ley Anti Discriminatoria 23.592, que sanciona “los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos”.




Demás está decir que una ley como esa, bastante ambigua por lo demás, no impedirá los abusos ni las injusticias, que son el pan de cada día. Pero es un avance que al menos se norme sobre el particular. La discriminación –negativa, se entiende– es un mal que nos corroe a todos y contra el que debiéramos luchar. Sin ir más lejos, y tras hojear un sinfín de opiniones en las redes sociales y en los medios, comprobé que además de la obvia indignación contra los agresores de Zamudio, prevalecía en los opinantes una estupefacción burlesca que podría resumirse como sigue: “¡Qué van a ser nazis esos indios picantes, esos atorrantes de mierda que si van a Alemania de seguro los nazis verdaderos les sacan la chucha por feos!”. Definitivamente, tenemos desafíos gigantescos.