miércoles, julio 18, 2012

BOLAÑO Y SU DESTINO EJEMPLAR


Publicado en el semanario "Tiempo 21"

El domingo 15 de julio se cumplieron nueve años de la partida de Roberto Bolaño Ávalos (1953-2003), de ese día aún no memorable (porque apenas intuíamos al maestro) en que el autor de “Nocturno de Chile” moría a la espera de un trasplante hepático en un hospital barcelonés. Mientras espero el homenaje temuquense a Juan Pablo Ampuero, que se murió hace una década, pondero que el futuro 2013, cuando ocurra lo mismo con Bolaño, los homenajes a éste se multiplicarán: libros, concursos, seminarios y tardíos lisonjeos habrán de erigirse en su memoria, incluso propiciados por decanos, académicos, políticos y otros agentes del determinismo, no pocas veces “caracterizados por su fuerza bruta y su cobardía sin fin”, como decía el escritor, y a quienes no obstante fue capaz de iluminar.

El destino del cosmopolita Bolaño, que escribió una veintena de libros, varios de los cuales fueron armados tras su muerte, es singularmente ejemplar. Luchó desde los márgenes y desde el exilio –se fue de Chile tras el golpe y de México luego del fracaso amoroso y literario, y vivió durante años de concursos literarios y mínimos empleos en España– para recién después de los 40 instalarse en la prestigiosa editorial Anagrama, donde publicó sus grandes obras. Entre ellas destacan “Los detectives salvajes”, una fascinante novela de formación que vio la luz en el 98, y “2666”, un edificio de 1.200 páginas y cinco historias que desembocan en una ciudad mexicana desangrada por los homicidios a mujeres, y que estaba corrigiendo cuando a los 50 lo encontró la muerte con la cabeza reclinada en el ordenador.

El díscolo Bolaño –que también publicó poesía y artículos de prensa y en su juventud participó del movimiento vanguardista del Infrarrealismo–, entendió que la creatividad y la cortesía van casi siempre por carriles separados. Y entendió que la literatura es una empresa algo esotérica que a pesar de su prestigio –según Barthes es el discurso que se sitúa sobre todos los otros– es una batalla que va perdida de antemano… pero que es necesario ganar.