jueves, septiembre 02, 2010

¿ISABEL ALLENDE, UN PREMIO MERECIDO?


(publicado en el semanario "Tiempo 21" de Temuco)

Este jueves dos de septiembre será recordado como el día en que por cuarta vez –entre 50 ocasiones– una mujer obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Hablo de Isabel Allende Llona (1942), autora de 18 libros, ante todo novelas (algunas más que prescindibles), caracterizadas por la profusión del erotismo, el sentido del humor y la descripción vertiginosa de realidades históricas latinoamericanas en clave onírica, donde lo irreal o extraño no se disocian de lo cotidiano. La prosa, galopante, lúdica y “sospechosamente entretenida” (dijera algún intelectual) de esta sobrina del ex Presidente Allende que por años ejerció el periodismo, le ha permitido vender más de 50 millones de libros, convirtiéndola en el escritor chileno más conocido en el mundo después de Pablo Neruda, y permitiéndole llevar al circuito comercial del cine dos de sus mejores libros: “La casa de los espíritus” y “De amor y de sombra”.

Quizá en términos ESTRICTOS de calidad literaria, escritores como Germán Marín Sessa (1934) o Diamela Eltit (1949) tenían más méritos que la premiada Allende, pero en el actual contexto de neo-analfabetismo y de escasa difusión de los textos, estos autores son casi ignorados por la gente, que tampoco cuenta con las herramientas cognitivas para indagar en su prosa. Y en esto quiero ser muy claro: no se trata acá de premiar al más conocido o al que más libros vende, sino de reivindicar a la literatura –que parece estar tomada por las élites y sumida en una paradójica marginalidad, que entre otros males provoca hacinamiento– como un hecho social tangible, como una forma lo más generalizada posible de aprendizaje y construcción de mundos, incluso en estos tiempos donde el paradigma del conocimiento (y de la entretención) mutó desde lo escrito a lo audiovisual, cuestión que no debemos ver como un hecho ineluctable.

Isabel Allende, con su prosa llana y efectiva (algunos dirán que efectista) ha permitido que millones de personas incursionen en el universo literario. Y –como alguna vez sostuve– visitar literatura es importante para todos, pues nos hace más tolerantes, diversos, ilustrados, menos devotos del consumismo y menos atados a placeres sensualistas; nos sume en una dulce intimidad, pone un freno entre en pensamiento y la acción, refresca nuestras mentes y nos libra del abismo de las imposibilidades… cual si fuese una extensión de nuestra imaginación. Además, nadie en buena ley puede negar la calidad intrínseca de textos como “La casa de los espíritus” (su primer libro, publicado a los 40 años y que repasa en clave familiar algunas facetas esenciales del cambio social en Chile), “Eva Luna” o “Paula”, la sobrecogedora crónica de la muerte de su hija. La lectura de estos y otros textos, y los argumentos antes esbozados, justifican el presente galardón… que tampoco tiene una importancia tan dramática y fatal que justifique tanta indignación espuria.

En efecto, algunos sostienen que el Premio Nacional de Literatura es una de las tantas supersticiones literarias de Chile. Y si revisamos la historiografía sobre el tema y vemos que figuras insignes que hasta podrían configurar un canon alternativo (Enrique Lihn, Juan Emar, Roberto Bolaño, Miguel Serrano, Juan Luis Martínez, Jorge Teillier, María Luisa Bombal, Nicomedes Guzmán o Vicente Huidobro) no recibieron el mentado galardón y si lo recibieron otros que nada significan, debemos atender que éste tiene una importancia sujeta a avatares momentáneos (políticos, publicitarios, etc), y no modifica esencialmente el mapa de nuestro imaginario literario y cultural. Mapa que, a mi juicio, ya cuenta entre sus coordenadas con un autora como Isabel Allende, ante todo por su primer libro, "La casa de los espíritus", escrito lejos del aplauso y los agentes, en los espartanos y tantas veces fértiles rigores de la soledad.