jueves, mayo 11, 2006

Memorias de un Huaso en la Uropa. Segunda parte: EL ATRINQUE


Iglesia de Notre Dame de París

Por el profe Bernardino

…Y nos abrazamos como nunca con la mina. Estaba re’ molido por el avión y el tren, y mientras Coipita se secaba los lagrimones me preguntó si quería ir altiro a la ciudad, mas le dije que más mejor me iba a echar un agüita (y otras cositas también) pa’ estar más componido.

Al otro día nos metimos en el metro. Coipa me explicaba que había como ochenta líneas con sus respectivas variantes y troncales, (para explicarlo mejor), que era imposible perderse porque todo estaba hiperconectado, y vaya que tenía razón. El pueblo de mi gorda estaba en las afueras de París y se llamaba Arpajón; la mina me contó que todos los pueblos chicos donde había casas se llamaban la baliú. Yo no entendí mucho al principio, pero al recorrer la urbe me di cuenta que eran unas verdaderas ciudades chiquititas (como SAINT BRITIGNY y tantos otros), llenas de árboles y edificios macanudos que, según Coipita, eran las viviendas sociales para negros y árabes con pocas monedas. Ayayay, me dije yo, si estos gallos vieran los bloques de Cerro Navia o de Huechuraba se pondrían a saltar de alegría.

Para que me ubicara bien, Coipita me llevó al centro-del-centro-de-París: el barrio de SAINT MICHEL, donde está el famoso BARRIO LATINO. Hay que decir que el lugar es harto caro, onda pa’ turistas o gentes con bolsillo de payaso. Hay restoranes griegos, chinos, colombianos, filipinos… y sobre todo árabes, que son como el 40% de toda la ciudad, sin contar los que están sin papeles. Las kebaquerías árabes la llevan, y debo confesar que me hice un auténtico traguilla de este regio comistrajo. La cosa consiste en una pierna de carne prensada, de cordero, vacuno o algún otro bicho, que está como ensartada a un fierrito y que se deja varias horas sufriendo a fuego lento. Los gallos sacan las lonjas de carne con una sierrita de mano y le echan un buen poco a una tortilla o baguette (ese pan alargado que sale en las películas francesas); de ahí le chantan unas salsas del medio oriente (que mejor ni preguntar) y te las sirven con papitas fritas. Pa’ rechupetearse, con un sabor a empanadita, la carne bien aliñada y las papitas tan crujientes que a uno le recuerdan esos chicharrones de la zona huasa. Pasamos el comistrajo con una cerveza tan rica y tan fuerte -marca AMSTERDAM- como no lo voy a volver a probar en Chile; según me dijeron, en Bélgica (que queda al lado) tienen chelas de hasta 26%.

En invierno, París se oscurece como a las las 17:15, y a las a las 17:30 se encienden los faroles y todo cambia. Coipita me llevó al primer monumento histórico de la nación, situado en el centro de SAINT MICHEL: La famosa catedral de NOTRE DAME, donde hicieron la historia del jorobado, y donde la mamá de AMELY se tiró pa’ hacerse charqui.

Entramos y había un silencio que me lleno el alma. Cosas tan antiguas y doradas hacían que a uno ni se le ocurriera sacar fotos. Pero la tentación por el registro era superior, así que, pidiéndole permiso a la virgencita, hicimos caso omiso del reglamento. Nos quedamos a la Misa de 8:00 de la tarde y salimos afectados. ¡Tanta maravilla, iñor! En el punto cero, al medio de una plaquita que indica el centro absoluto de la ciudad, prendí un pucho mientras Coipita me hablaba de unos bares re’ baratos. Todavía estaba cansado por la jodienda del cambio de hora, pero había que saca fuerzas.

Nos metimos al CHE GUEVARA donde pedimos unas roncolitas. Después de la cuarta le pregunte a Coipita qué cresta pasaba con el trago que no hacia ni cosquillas; me dijo que así no más era, que los servían demasiado suaves y chicos, y que mejor nos curábamos con cerveza, porque los franchutes parecen tener otras costumbres en la farra.

Así y todo salimos medio bamboleados rumbo al metro. Era el primer día y debíamos volver a Arpajon. ¡Nos faltaba tanto por conocer! Mañana iríamos a la torre EIFFEL y al museo del LOUVRE.