jueves, junio 14, 2007

EN CHILLÁN PRESENTANDO "PALACIO LARRAÍN"



(mural de Siqueiros y Guerrero en la Escuela México de Chillán)
PRESENTADO MI LIBRO (QUE TUVO UNA PÉSIMA DISTRIBUCIÓN Y QUE CASI NO HA SIDO CRITICADO EN LOS MEDIOS, PESE A SU CALIDAD INTRÍNSECA) EN YA CUATRO CIUDADES (NACIMIENTO, TEMUCO, LONCOCHE Y AHORA CHILLÁN). Y ESPERANDO PRESENTARLO LUEGO, EN SANTIAGO, GRACIAS AL INTERÉS DE LOS POETAS HIPERVENTILADOS CAMILO HERRALDE, FÉLIX BECERRA Y AGUSTÍN HIDALGO, ENTRE OTROS: LA IDEA NO FUE MÍA, SI NO DE ELLOS.
CHILLÁN. ENTRE EL 5 Y EL 9 DE JUNIO DE 2007
Martes 5 de junio de 2007. 5 de la tarde. El bus me deja en otro terminal y pienso en la indeterminación, en el error como entidad gloriosa, pese al frío oscuro que me arredra...

6 de la tarde. Consigo llegar al terminal "Tarapacá", un auténtico hormiguero que quizá funcionaba ha 20 años. Al llegar veo a una mujer no demasiado atractiva que llora desconsolada y sin pudor; deploro no poder decirle algo y me siento cobarde. Me trabaja la ansiedad porque el poeta Rodolfo Hlousek Astudillo (Chillán, 1977), encargado de la actividad de lanzamiento de "Palacio Larraín" (editorial "La calabaza del diablo", 2006), mi primer libro publicado, no llega a la hora convenida. Llamo al fonomóvil que me dio y me contesta Marcela Chandía, quien inusitadamente amable me dice que me puede pasar a buscar. Pero sigo esperando hasta que llega Hlousek, quien me pide acompañarlo al diario "La Discusión"; mas antes de eso y a metros de la hermosa catedral saludamos a un sempiterno y arácnido profesor universitario de boina ploma, a quien entre sonrisas le cae una lágrima sagaz. Nos cuenta que la Universidad del Bío Bío está tomada.

7 de la tarde. El ambiente del diario "La Discusión" es demasiado tranquilo, y se celebra que Chillán será sede de un evento mundial y deportivo de fútbol de mujeres. Hallamos al poeta Andrés Rodríguez, quien nos habla de sus presentes avatares; el tono es cordial, y su poesía -que leí después- tiene momentos admirables. Luego, lo inesperado: al salir del diario y ya en el paseo peatonal, un peleador clandestino de 108 kilos y dedicado a la venta de combustible, acompañado de un amigo algo más mesurado, nos "obliga" a beber en el "Shopdog", no sin antes preguntarme a lo menos 10 veces si soy homosexual, mientras le da golpes en el pecho al bueno de Hlousek, y en un momento está a punto de safarle el brazo. 9 de la noche. Llegamos a la casa de Bambasch, un artista visual y bajista que nos dará asilo. Bambasch (
http://bambasch-galeria.blogspot.com/) tiene dos mascotas entrañables (un gato plomo y una perra negra) y deambula en las naves del crepúsculo, como el sol dimanado de su tornamesa de discos setenteros. Y seguimos bebiendo, como dice un poema del Rodolfo subnutrido.

Es bueno que el lector ya sepa que mis casi 5 días en Chillán conforman una sola y larga noche, con ciertos intervalos de luz. Al otro día conocemos a Fidel Torres, un marxista de biblioteca clásica y espíritu acogedor que nos invita a su casa, junto a dos amigos más, a probar las mentadas longanizas chillanejas. Glorioso. En algún momento me confiesa que las chillanejas (las mujeres, no las longanizas) incitaban a la misoginia: ese cabal odio al ser femenino que puede tener muchas y hasta bien justificadas razones, pero que sólo provoca dolor; luego me diría que nada de eso va con él. Vemos un implacable video que denuncia el horror capitalista de las corporaciones; me siento un izquierdista más, pese a haberme salido del absurdo (ahora lo sé y sobre todo tras leer la primera parte del "Breviario de podredumbre" de Emil Ciorán) de cualquier ideología. Luego caminamos como locos (deporte favorito de Hlousek, el más abnegado viajero de la poesía chilena) y llegamos al bar "13 Lunas", donde se hará el evento de mi libro; el dueño es un joven, generoso aunque formal en demasía y sospechosamente parecido al videísta Michael Moore. Vendo un par de textos e invitamos a unos universitarios a beber palanganas de cerveza: el avaro y el manirroto están según el Dante en el mismo recinto del infierno, pero eso no lo aprenderé jamás.

Al día siguiente (¿dije siguiente o dije anterior?) Hlousek me lleva a la casa del poeta Sergio Hernández (1931), compañero de generación de tipos como Enrique Lihn (1929-1988), Efraín Barquero (1931) y Rolando Cárdenas (1933-1990), y amigo personal de Jorge Teillier (1935-1996) y de los nóbeles Vicente Aleixandre (español: 1898-1984) y Pablo Neruda (1904-1971). Su aspecto noble y sutilmente decadente, con una mirada penetrante y elegante ironía, resultan conmovedores; su conversación de primerísima fuente es invaluable.

Luego, el evento. El vértigo. Los amigos que cumpliendo su palabra se hacen presentes, y la cerveza que corre como un alguacil. La lectura furibunda de quien esto escribe, un bis, mi furioso y aleatorio juego con 2 o 3 monstruosas chillanejas (singularmente bellas, como una mascota o un cigarro botado en la acera) que luego mentarán aquel desliz con incomodidad. Nada nuevo. Las malas lecturas están a la vuelta de la esquina, y nada tiene que ver el dolor con el dolor ni Chillán con mi orfandad. Luego, la venta de 3 o 4 ejemplares de mi libro de relatos imbricados, "Palacio Larraín", y la huída con John Milton y dos amigos más para seguir bebiendo un fraternal vino en caja en las calles agotadas de la urbe. Cuando vuelve la luz visitamos el cementerio y brindamos in situ por el "Gato" Monroy y por Francisco Merino ("estrella fugaz por la que nadie pidió un deseo"), dos juveniles mártires del panteón de Rodolfo.
El último día vamos a casa de Gloria Garrido, una profesora de inglés que cuenta con la biblioteca en lengua inglesa más grande que yo haya visto en un hogar, y que compra el último ejemplar de "Palacio…" y nos traduce el poema "the winding stair", del irlandés Yeats. Antes de tomar el bus conocemos al tío de Rodolfo, algo triste por motivos que no son del tenor de este mail, quien viendo nuestros rostros se apiada y nos invita un vaso de vino caliente en el mercado, que debe ser uno de los mejores del país.

En Chillán se bebe y se conversa. En Chillán se acoge al forastero, se palpa la cultura en cada por(r)o, y el arte es un incendio que todo lo devora. Se huele el infierno de un grande pueblo amigo, de sujetos entrañables que se odian entre ellos (es obvio que exagero). No me pregunten de calles, de horarios, de la importancia o la futilidad de este viaje a la tierra de O'higgins y Arrau. Ahora, y en habiendo llegado a mi casa, sólo quiero descansar y volver a la vigilia.