Fines de Agosto. Mi tercera estadía en Ciudad Sur (1980-1997, 2001-2004, 2007…), esta vez en la casa de Leandro Muñoz Caro: un esnobista y leal amigastro con quien sacaremos un conejo del sombrero.
Anteayer fui a una conferencia sobre Jorge Teillier, donde Machos Tristes, Guido Eilers, Federico Schwob, Nicanor Pérez, un sujeto espantosamente formal (que en todo caso es muy buen chato) y el peñi Cifuentes (traductor de la reciente antología de mapuches perpetrada por Genaro Huenchullán), leyeron poemas del vate de Lautaro. No estuvo mal, pese a la pésima lectura, connatural a casi todos los poetas chilenos (que creen que lo suyo seduce de antemano, cual si neurofisiológicamente estuviéramos capacitados para absorver un discurso desnaturalizado... prefiero que se me acuse de" gritón" o "dramatúrgico"... pero la poesía no se defiende sola).
Asimismo, ninguno se acordó de los pingüinos sentados en la parte posterior del auditorio de la casa de Bello. Digo esto porque Teillier tiene espléndidos poemas referidos al amor (escindidos del lugar común), al estudio o la ingesta de bebida en la enseñanza media, demasiado necesarios en la era donde todo despierta y es casi dulce la tristeza:
Ticatqueo del reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,
el pueblo donde querías llegar
como el niño el día de su cumpleaños
y los viajes de vuelta de vacaciones
cuando eras -para los parientes que te esperaban-
sólo un alumno fracasado con olor a cerveza
Confieso que llegué tarde y no vi la primera conferencia (que según entiendo fue del simbolista Schwob) porque acompañé a la encantadora María José al centro del ágora de Bello e incluso fumamos mirando los colores irrecuperables de la tarde. Al entrar vi una serie de sujetos, muchos de ellos conocidos, como Rodolfo Astudillo, quien vendía sus dotes acompañado de su mujer, su hija y su hambre crónica de vate archimanido…
(“El cuerpo es un delito / delito es un gesto / todo gesto es subversivo /cuerpo es una calle / calle es un delito / pensar cuerpo / cuerpo es signo / conocimiento cuerpo delito / conocimiento cuerpo / Dilación cuerpo / cuerpo rivalidad / cuerpo y juicio / cuerpo ofrenda delito”).
También vi a Julio Alister y al nuevo seremi de cultura, Juan Inostroza, vestido con manta y alpargatas. Sirvieron café y no vino, ni siquiera un inocente vaso para prolongar la tarde. Cuando noté que el simbolista Schwob (a quien simbólicamente consideré alguna vez mi enemigo en el simbólico e inconcluso magíster literario que hice en la simbólica Universidad de Chile en el 99) había envejecido y se había quitado el bigote, perdiendo buena parte de su idiota y bufonesca y consabida petulancia, que viene adherida como la grasa a la carne a su exquisita erudición, pensé en la decadencia: pero en una decadencia que no se sabe decadente y carece por ello de porvenir.
Mi impresión fue confirmada cuando Nicanor Pérez leyo un poema pugilista de Teillier, que introdujo con una frase para el bronce: “este poema me interpela porque trata de la derrota y el fracaso”. Luego de tal alarde de falsa modestia, de chiste pedagógico y senil infantilismo, ratifiqué que la literatura era otra cosa : una flor que no crece en un jardín con rejas, a la vera de academias y juegos de poder, sino en el borde de un sendero eriazo o en una comarca desconocida.
Anteayer fui a una conferencia sobre Jorge Teillier, donde Machos Tristes, Guido Eilers, Federico Schwob, Nicanor Pérez, un sujeto espantosamente formal (que en todo caso es muy buen chato) y el peñi Cifuentes (traductor de la reciente antología de mapuches perpetrada por Genaro Huenchullán), leyeron poemas del vate de Lautaro. No estuvo mal, pese a la pésima lectura, connatural a casi todos los poetas chilenos (que creen que lo suyo seduce de antemano, cual si neurofisiológicamente estuviéramos capacitados para absorver un discurso desnaturalizado... prefiero que se me acuse de" gritón" o "dramatúrgico"... pero la poesía no se defiende sola).
Asimismo, ninguno se acordó de los pingüinos sentados en la parte posterior del auditorio de la casa de Bello. Digo esto porque Teillier tiene espléndidos poemas referidos al amor (escindidos del lugar común), al estudio o la ingesta de bebida en la enseñanza media, demasiado necesarios en la era donde todo despierta y es casi dulce la tristeza:
Ticatqueo del reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,
el pueblo donde querías llegar
como el niño el día de su cumpleaños
y los viajes de vuelta de vacaciones
cuando eras -para los parientes que te esperaban-
sólo un alumno fracasado con olor a cerveza
Confieso que llegué tarde y no vi la primera conferencia (que según entiendo fue del simbolista Schwob) porque acompañé a la encantadora María José al centro del ágora de Bello e incluso fumamos mirando los colores irrecuperables de la tarde. Al entrar vi una serie de sujetos, muchos de ellos conocidos, como Rodolfo Astudillo, quien vendía sus dotes acompañado de su mujer, su hija y su hambre crónica de vate archimanido…
(“El cuerpo es un delito / delito es un gesto / todo gesto es subversivo /cuerpo es una calle / calle es un delito / pensar cuerpo / cuerpo es signo / conocimiento cuerpo delito / conocimiento cuerpo / Dilación cuerpo / cuerpo rivalidad / cuerpo y juicio / cuerpo ofrenda delito”).
También vi a Julio Alister y al nuevo seremi de cultura, Juan Inostroza, vestido con manta y alpargatas. Sirvieron café y no vino, ni siquiera un inocente vaso para prolongar la tarde. Cuando noté que el simbolista Schwob (a quien simbólicamente consideré alguna vez mi enemigo en el simbólico e inconcluso magíster literario que hice en la simbólica Universidad de Chile en el 99) había envejecido y se había quitado el bigote, perdiendo buena parte de su idiota y bufonesca y consabida petulancia, que viene adherida como la grasa a la carne a su exquisita erudición, pensé en la decadencia: pero en una decadencia que no se sabe decadente y carece por ello de porvenir.
Mi impresión fue confirmada cuando Nicanor Pérez leyo un poema pugilista de Teillier, que introdujo con una frase para el bronce: “este poema me interpela porque trata de la derrota y el fracaso”. Luego de tal alarde de falsa modestia, de chiste pedagógico y senil infantilismo, ratifiqué que la literatura era otra cosa : una flor que no crece en un jardín con rejas, a la vera de academias y juegos de poder, sino en el borde de un sendero eriazo o en una comarca desconocida.