“Nadie es la Patria / pero todos lo somos / Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante /Ese límpido fuego misterioso.”
Así reza este poema (de un argentino) que siempre recuerdo en fiestas patrias, así como también al De Rokha chilenero en su magistral “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”. Para muestra un botón, que poco tiene en este caso de culinario, si no más bien de crepuscular.
“Y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos y quisimos hacer / como un loco asomado a la noria vacía de la aldea / mirando con desesperado volumen / los caballos de la juventud / en la ancha ráfaga del crepúsculo".
Ya es 18 de setiembre en Chile (6:00 am), mas para mí el festejo empezó antes, el 13, en unas ramadas de la UFRO (la principal universidad de Ciudad Sur), ubicadas a un costado de ese gimnasio nuevo cuya arquitectura recuerda a Brasilia. Fui a ese evento con Koneka rubia, pero me quedé con Carolina, mirando los caballos de la anciana juventud desfilar en la frugal llanura, que tiene un fondo tipo “Comfortably numb” de Pink Floyd. Ella (Carolina) estudia Trabajo Social y ayer llevó a su hijo de 3 años vestido como huaso de parada, de quien obtuve un plano contra el cielo. Por ahí también aparecieron Claudio Maquiavelo, Miguel Cerón y Rodolfo Astudillo, todos haciendo de padres. Ella, Carolina, junto a seis o siete u ocho amigas de Trabajo Social (una era Julia Roberts chiquitita), bautizaron una ramada con el nombre de LA COMUNACHA (como un hacha), lo cual hace justicia porque varias de ellas tienen guagua. Eso es bello, casi mejor que la tarde prolongada y de algún modo eternizada como un asno de tiempo circular.
En medio del fragor de la contienda me acerqué a Cocorro y a Gerardo Quijano, que llegaron con sus minas respectivas y de forma misteriosa al edénico lugar. Crucé lentamente el prado con dirección a la cancha (el sol empezaba a ocultarse), sonreí diabólicamente, estiré mi mano desnuda de puñales y les dije: “CÓMO ESTÁS GERARDO, HOLA COCORRO”. El publicista Quijano, a quien todavía respeto, me respondió: "CÓMO ESTÁS MARÍN", pero Cocorro el Cocodrilo me dijo simplemente: “CÓRTALA YA”. Casi me dio vergüenza ajena. "Es con la risa y no con la ira como mejor se mata", dijo alguien cierta vez.
Después fumamos en un lecho de piedras y la noche, que al igual que el día siempre estará ahí pese al escandalo del mal, nos amó. Aún tenemos Patria, ciudadanos.
Así reza este poema (de un argentino) que siempre recuerdo en fiestas patrias, así como también al De Rokha chilenero en su magistral “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”. Para muestra un botón, que poco tiene en este caso de culinario, si no más bien de crepuscular.
“Y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos y quisimos hacer / como un loco asomado a la noria vacía de la aldea / mirando con desesperado volumen / los caballos de la juventud / en la ancha ráfaga del crepúsculo".
Ya es 18 de setiembre en Chile (6:00 am), mas para mí el festejo empezó antes, el 13, en unas ramadas de la UFRO (la principal universidad de Ciudad Sur), ubicadas a un costado de ese gimnasio nuevo cuya arquitectura recuerda a Brasilia. Fui a ese evento con Koneka rubia, pero me quedé con Carolina, mirando los caballos de la anciana juventud desfilar en la frugal llanura, que tiene un fondo tipo “Comfortably numb” de Pink Floyd. Ella (Carolina) estudia Trabajo Social y ayer llevó a su hijo de 3 años vestido como huaso de parada, de quien obtuve un plano contra el cielo. Por ahí también aparecieron Claudio Maquiavelo, Miguel Cerón y Rodolfo Astudillo, todos haciendo de padres. Ella, Carolina, junto a seis o siete u ocho amigas de Trabajo Social (una era Julia Roberts chiquitita), bautizaron una ramada con el nombre de LA COMUNACHA (como un hacha), lo cual hace justicia porque varias de ellas tienen guagua. Eso es bello, casi mejor que la tarde prolongada y de algún modo eternizada como un asno de tiempo circular.
En medio del fragor de la contienda me acerqué a Cocorro y a Gerardo Quijano, que llegaron con sus minas respectivas y de forma misteriosa al edénico lugar. Crucé lentamente el prado con dirección a la cancha (el sol empezaba a ocultarse), sonreí diabólicamente, estiré mi mano desnuda de puñales y les dije: “CÓMO ESTÁS GERARDO, HOLA COCORRO”. El publicista Quijano, a quien todavía respeto, me respondió: "CÓMO ESTÁS MARÍN", pero Cocorro el Cocodrilo me dijo simplemente: “CÓRTALA YA”. Casi me dio vergüenza ajena. "Es con la risa y no con la ira como mejor se mata", dijo alguien cierta vez.
Después fumamos en un lecho de piedras y la noche, que al igual que el día siempre estará ahí pese al escandalo del mal, nos amó. Aún tenemos Patria, ciudadanos.
Ayer me escribió Camilo Herralde, quien hará las gestiones para el lanzamiento de “Palacio Larraín” en Santiago, con Felipe y Agustín, dos muchachos que de verdad tienen talento. Es el último lanzamiento que haré de mi primer libro, pues el otro será parido, no sé si publicado, antes de finalizar el año, como un "Toro de Falaris".
El “Toro de Falaris” era un tormento que consistía en dejar a un tipo adentro de un toro de hierro calentado al rojo vivo, el cual era puesto en la cima de una colina; los gritos del infáustico hombrecillo (un Cocorro sorprendido en falta) y el humo que salía del toro hacían que el cuadrúpedo cobrara vida propia. Más abajo, les dejo un cuento relacionado con el finado Jimmy Coyote, que bebía enormes vasos de suciedad. Yo sigo escribiendo literatura; lo que pasa es que no puedo ver este gesto del blog como algo inútil; de hecho, no lo es. Puede ser triste, puede ser suicida, puede ser incluso errátil, puede ser (sado)masoquista, pero de inútil lo es menos que desayunar bien.
Acabo de llegar a Parición y al lado de mi casa están las ramadas. Como después de una larga travesía, el sentimiento que me invade es de pavor ante mí (con algunas voces en la noche), sobre todo al ver cómo son capaces de sufrir y de gozar inutilmente (o más bien ilusamente) casi todas las personas. Tiendo a verlos, a unos más que a otros (y no me refiero a los pobres), como animalitos atropellados a la vera del camino. Y esto no es soberbia ni tampoco vanidad: es compasión. Una compasión rabiosa y tal vez espeluznante (ecle 1: 17-18).
Cuando has sufrido demasiado, y más bien lejos de los otros (con carencias tan extremas y distintas que nadie ha padecido jamás), tienes dos posibilidades. O convertirte en un monstruo de luz, de soledad y descrédito (actual o futuro), como ADOLF HITLER. O, pese a sentirte un héroe del dolor o un aristócrata del sufrimiento, convertirte en un monstruo de luz, de soledad y descrédito, pero capaz de empatizar sinceramente con los otros y librar a más de alguno. (Huelga decir que, para lo que uno espera, no cabe más que sentirse un aristócrata, un elegido, pero eso no significa que uno deba ponerse de espaldas a los inferiores, que se han cavado sus infiernos, idiotismos o perpetuadas derrotas, a causa de una homosexualizante falta de información: por falta de gnosis, de hermetismo, de humildad, de compasión, de pureza, de satanismo conciente -conjurado-, de alegre maldad, de cristianismo bien leído, de perversidad entendida no como crueldad si no como videncia: pero la videncia por si sola no salva...). Ahora si, JIMMY...
(ESTE POSTEO NUNCA FUE VANIDAD... quizá sí fue un acto suicida... me refiero a decir palabras autolaudatorias de un rompe y se raja y así "sin asunto". Seguramente).