martes, octubre 12, 2010
SOBRE EL LIBRO DE UN POETA TEMUQUENSE
Acabo de regresar a Los Ángeles (provincia del Bío-Bío) desde Santiago, donde asistí, entre otras instancias, al lanzamiento de "Arte Tábano", el tercer poemario de Ernesto González Barnert (1978). Circunstancias felices, relacionadas con la oportunidad, harán que resida en Santiago hasta fines del presente año para dar término a "EMPRENDEDORES", mi segunda novela de 18 relatos imbricados que excederá las 400 páginas.
Sobre el libro de Gonzalez escribí la siguiente columna en el semanario "Tiempo 21" de la Araucanía... (Noticia de última hora: Aún no sube el primer minero, pero estoy cierto que todos serán rescatados; y, como no veré un solo segundo de televisión -sería lato explicar el porqué y además es deducible- celebraré con fervor y beneplácito en el día de mañana... dando por sentado que el circo posterior será a todas luces intolerable y quizá desbarate a más de alguno de los protagonistas).
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El martes 5 de octubre asistí al lanzamiento de “Arte Tábano”, el tercer poemario del temuquense Ernesto González Barnert (1978), quien desde hace 12años reside en Santiago, al igual que César Cabello, Ángel Valdebenito y Jaime Huenún, entre otros eminentes poetas regionales que decidieron emigrar al centro: eminentes por la fuerza de sus versos, pero no por su prominencia ciudadana. Es bien sabido que la literatura es en la actualidad –por razones como la mutación del paradigma cognitivo desde lo escrito a lo audiovisual, la tiranía publicitaria que ilegitima todo lo que no satura o el predominio de cierta bastardía espiritual– un quehacer casi marginal, ligado a la academia y al hacinado mundo de los escritores, “condenados a leernos bajo el látigo y por una eternidad los unos a los otros”, como profetizara Enrique Lihn hace casi cinco décadas, y es por eso que parece estar en extinción.
Y sin embargo se mueve. La fuerza de la poesía es quizá subterránea pero no insignificante, y prevalece frente al ruido y los escombros del sueño consumista y sus obsolescencias. Renace de las cenizas, se redescubre y se reinventa y vuelve a por sus fueros, como un rey destronado que no por eso ha dejado de serlo. Y si bien todos los poetas contribuyen a la mantención de su fuego inextinguible, no todos logran una alquimia trascendente, lo que sin desmerecerlos los invisibiliza.
González, quien además ha realizado una veintena de entrevistas a escritores en la página de internet www.letras.s5.com, una auténtica aduana de la literatura nacional, ha hecho de su arte una metapoesía o reflexión sobre la poesía misma (“Mi única lealtad es con la poesía / Su impacto / No esperen de mí otra dirección / Mi timón está hundido en sus sombras”). Pero también sobre la realidad política (“Chile entero la cloaca, el hedor de la cloaca, la cólera de la cloaca / En cada cinta tricolor que las tijeras de las autoridades cortan. / En cada botella de champaña que nuestros mercaderes estrellan / entre risas, contra la nave Prats”), cultural (“Golpeamos demasiado fuerte la mesa / y ahora pagamos las consecuencias / tratando de deglutir el pan nuestro de cada día, / tras la batucada, los mimos, / media docena de tipos agitando banderas en zancos / y el discurso de siempre / por el tony de turno”) e inclusive religiosa (“Falla si los clavos que cruzan sus rodillas no son también los clavos / que atraviesan a todos los arrodillados que no son escuchados / esta noche. / No pueden esperar más”).
“Arte tábano”, cuyo título alude a ese fastidioso insecto zumbante que nos saca del relajo (¿del letargo?), es uno de esos libros que al hacer apología de la derrota (en este caso de la escritura) dejan por lo mismo de encarnarla… y en los que paradójicamente se siente el olor a pólvora.