viernes, octubre 23, 2015
LOS "PUESTOS VARIOS" DE GUIDO EYTEL
Conocí al escritor Guido Eytel en las ya postrimerías del 95, en el Centro Médico de Temuco, cuando él dictaba un taller literario enfocado en la lectura y yo salía del cascarón (una muchacha de vestido rojo cuyo nombre no recuerdo se quedó con mi edición del 'Mala Onda' de Fuguet). Tiempo después, en el 97, presentó (ni a él ni a mí nos agrada la expresión “lanzó”, que apela más bien a la Nasa o a una carrera de galgos neoliberal) su primer libro, la novela ‘Casas en el agua’. De ahí ha dado a la imprenta unos siete textos, también de poesía, siendo a mi juicio el libro de cuentos ‘Puestos varios’ el más eminente de cuantos ha escrito. Fue publicado en 2006 y reposicionado el pasado martes 20 en el Museo La Chascona de la Fundación Pablo Neruda, en Santiago.
‘Puestos varios’ (RIL Editores), que debe su nombre a una analogía con aquellos entrañables almacenes que subsisten frente al embate de las tarjetas y los supermercados, y donde es posible hallar de un cuanto hay y hasta ser anotado al lápiz, se compone de 14 relatos que a juicio del autor sobrevivieron a su dura autocensura, “tendiente a no fastidiar al lector”. Eytel (Temuco, 1945) asegura en el prólogo que la mayoría de los mismos fue galardonado; y aquello, que acaso significa poco y nada, se rubrica en este caso con algunos cuentos de alta ley. Casi todos apelan a sujetos marginalizados, que han sido derrotados por la Historia o sucumbido ante sus propias fantasmagorías: que han perdido el norte o las expectativas de un mejor pasar, pero jamás la dignidad, como en el relato “El otro round de Dinamita Araya”, que habla del repentino acto de heroísmo de un ex boxeador que vende helados en la carretera.
También hay cuentos regiamente espeluznantes, como “Le juro que fue por amistad”, sobre un conscripto que sin una gota de culpa le relata al hijo de un ejecutado la manera en que mató a su padre; o “Ese viejo calor que tengo guardado”, que narra el espeso delirio de un vagabundo que tiene un acto de necrofilia. Son héroes descentrados y macabros, que coexisten con aquellos otros supervivientes de esta época que no pocas veces parece girar sin nosotros. De entre todos los relatos, y acaso porque tuve cierta cercanía con su protagonista, me quedo con “Matar a Padilla”, que narra la vital contradicción de un profesor que también es poeta y que decide asesinar al profesor. “Puestos varios” es uno de esos libros que, a despecho de la tiranía del olvido, diremos, se obstinará en permanecer.