sábado, marzo 23, 2013

¿FUE NERUDA ASESINADO?


Publicado en el semanario “Tiempo 21”


Los restos de Pablo Neruda (1904-1973) –el más manipulado y celebrado de nuestros poetas, uno de los más altos, ante todo en “Canto general”, “Residencia en la tierra” y los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, y cuya boina y cuya pipa son parte indisociable de la iconografía del pasado siglo– serán exhumados el próximo ocho de abril. Esto después que se acogiera una querella presentada por el Partido Comunista de Chile, a raíz de una denuncia del ex chofer del vate, Manuel Araya, quien en el libro “La doble muerte de Neruda” de Francisco Marín y Mario Casasús, asegura que el Premio Nobel fue envenenado en la Clínica Santa María por sicarios de Augusto Pinochet.

En una larga investigación los autores del libro sostienen, en base a indagaciones médicas preñadas de detalles y contradicciones, que el poeta fue asesinado por querer instaurar desde México, donde había sido invitado a exiliarse, la revolución contra la dictadura militar. Pero es bien sabido que tras el golpe, Neruda, afectado además de un grave cáncer a la próstata, no tenía los bríos para tal. Por eso y por otras razones, la querella huele más a oportunismo que a anhelos justicieros: un oportunismo muy a tono con los actuales tiempos, donde una notica golpeadora y lucrativa como ésta, tiene más prominencia en la agenda noticiosa que el rigor exhaustivo de una denuncia seria.

El ensayista y poeta Bernardo Reyes (1951), sobrino nieto de Neruda y fuente sin duda cercana al entorno del Nobel, me sostiene que durante años ha sido consultado sobre el particular, tanto en Chile como en el extranjero, citado a declarar dos veces por la Policía de Investigaciones y por el mismo magistrado que sigue la causa. Asimismo, asegura que el New York Times, tras entrevistar a todos los involucrados en la telenovela, no publicó la nota por hallarla obesa de contrasentidos. Dice tener la certeza, además, que tras la exhumación no se hallará absolutamente nada y que el chofer Araya –a quien sorprendió en mendacidades admirables– no llevaba más de cinco meses trabajando para Pablo Neruda.

A estas alturas del vértigo, quizá uno de los rasgos más impresentables de nuestro carácter sea la suspicacia, que nos hace pretender ver realidades donde no hay más que fantasmas. Lo que se trasunta, por ejemplo, en el abuso del refrán, “si el río suena es porque piedras trae”… ¿De hacernos cargo del testimonio del chofer Araya, no podríamos perfectamente sospechar de alguien del círculo de hierro del Neruda agonizante, como su hermana Laura o su esposa Matilde Urrutia, por permitir que lo llevaran a una clínica insegura? Parece difícil. Pero a muchos les seduce –o les lucra– tanto la fantasía de un bigotudo Pablo, armado de dos pistolones y organizando la caída de Pinochet desde una cama mexicana, que prefieren falsear la realidad.

jueves, enero 17, 2013

WERKÉN AUCÁN HUILCAMÁN


Publicado en el semanario "Tiempo 21"

El werkén (mensajero) Aucán Huilcamán (1965), líder indiscutido del Consejo de Todas las Tierras, saltó a la palestra a comienzos de los 90 cuando planteó por vez primera y sin hilar muy fino el tema del derecho a la autodeterminación del pueblo mapuche. En aquel entonces, sus modos toscos y lo destemplado de su propuesta, que estaba muy lejos del asistencialismo (la zanahoria y el garrote) por el que al final optaron los gobiernos desde el de Aylwin al actual, con Ley Indígena incluida, resultaban absurdas. Y por ello su estadía en la cárcel fue como un dato de la causa que pocos cuestionaron.


Ahora las cosas han cambiado. Huilcamán fue paciente y tras vencer las reticencias de su propia gente incluso, ha vuelto a ser un líder que suscita no poco consenso. Con recursos de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena y de organismos extranjeros, se dedicó a buscar afuera una solución alternativa, alejada de la absurda y cruenta lucha de gente como Llaitul, para obligar al estado chileno a negociar una salida, por cierto que dentro del marco de tratados internacionales de la ONU que nuestro país ha suscrito. Es por eso que el encuentro del martes 15 en el Cerro Ñielol –donde entre otros líderes acudieron los dos gobernadores de La Araucanía y un vasto número de mapuches– en cierta forma marca un antes y un después. Y si bien las 10 propuestas parecen desmedidas (transitar a un autogobierno ante todo en la región, reconocimiento constitucional pero con autodeterminación, rechazo a la ocupación de las forestales, entre otras), es muy claro que en las negociaciones el tejo se lanza siempre pasado.


Los avances sociales, como el aumento exponencial de profesionales mapuches, la no prohibición del uso de la bandera propia y la conciencia cultural de ser parte de una etnia (¿qué mapuche bautiza hoy a sus hijos con nombres hispanos?, ¿qué chileno sensato sigue pensando en la inferioridad genética de la raza de Lautaro?), nos indican que en un plazo prudencial no es imposible que haya una nación mapuche dentro de un estado chileno, tal como ocurre en Cataluña y en Galicia, por ejemplo. Pero se requiere un enorme trabajo para tal, una tolerancia no menor y también una dosis de coraje… ¿Cuánto y dónde tributan las empresas forestales que destruyen el suelo para siempre?

miércoles, enero 09, 2013

VIOLENCIA EN LA ARAUCANÍA


Publicado en el periódico "Tiempo 21"


El horrible asesinato de una pareja de ancianos agricultores en las cercanías de Vilcún, cuya casa fue incendiada con ellos adentro, provocó un inédito revuelo
en el llamado conflicto mapuche. Problemas de violencia, sólo en los últimos años, ha habido ya muchos. Los mapuches han perdido a cinco de los suyos por excesos policiales en enfrentamientos, Carabineros perdió un efectivo en un incidente confuso, y los parceleros ya habían tenido en 2012 a su primera víctima; y a ello hay que sumar los constantes abusos de la policía en los (¿acaso inevitables?) allanamientos a comunidades, y los innumerables atentados a la propiedad privada perpetrados por encapuchados que dicen defender la causa indígena o la defienden con métodos abyectos.

Pero la muerte del matrimonio Luchsinger- MacKay, por varias razones marca un antes y un después. Nadie (o nadie sensato) duda de lo escandaloso de las homicidios de Catrileo, Lemún y Mendoza Collío, sobre todo porque fueron perpetrados por funcionarios policiales que siguen en servicio activo. Pero las características del reciente asesinato, ejecutado por desconocidos, lo hacen más impactante para la comunidad: dos ancianos que de seguro dormían terminan calcinados en su propio domicilio; se trata, además, de dos personas de clase acomodada y “buenos apellidos”, lo que en un país como Chile es más importante de lo que debiera. Y por último, este hecho reitera la crueldad ilimitada que el ser humano alcanza en ciertas ocasiones.

En los últimos días la Coordinadora Arauco Malleco, el grupo violentista que reivindicó casi todos los pasados atentados a la propiedad privada en la zona, se desligó de este hecho, lo cual es positivo pues da cuenta que a lo menos de palabra este grupo no avala el daño hacia personas para lograr reivindicaciones territoriales. Reivindicaciones que, debido al presente atentado, han sufrido un revés más que serio, pues todos sabemos que una causa justa que ocupa métodos brutales deja en la práctica de ser justa.

El conflicto mapuche-chileno es complejo y tiene demasiadas aristas. Y no es un despropósito afirmar que se arrastra desde las últimas décadas del siglo XIX. En esos años, una editorial de El Mercurio, avalando las acciones de ocupación territorial del gobierno, donde el gesto civilizador se confundió con la abyección y la mentira, decía: “los hombres no nacieron para vivir inútilmente y como los animales selváticos, sin provecho del género humano; y una asociación de bárbaros… como los araucanos no es más que una horda de fieras, que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en el bien de la civilización”.

jueves, diciembre 13, 2012

POETA ÓSCAR SAAVEDRA: "ESCRIBIR ES MIRAR AL SOL DE FRENTE".

(más de 20 escritores se dieron cita en el Encuentro de Poesía "Teófilo Cid", realizado en Ciudad Sur los días 6 y 7 de diciembre)

Óscar Saavedra Villarroel (Santiago, 1977), que estuvo en el reciente encuentro de poetas “Teófilo Cid” gestionado por Christian Martínez en el Instituto Profesional de Chile, es una de las voces más autorizadas de su generación. A pesar de haber publicado un solo libro –Tecnopacha” (Editorial Zignos, Perú, 2008)–, Saavedra, tanto por su proyecto “Descentralización Poética” como por las decenas de talleres literarios que ha gestado en múltiples niveles, ha atisbado una suerte de revolución literaria sustentada en la democratización de la escritura.



Háblame de tus estudios formales

Estudié en varias escuelas y en el Liceo Manuel Barros Borgoño de Santiago. Pasé por varias carreras, pero finalmente me licencié en Educación. Soy un profesor que siempre ha ejercido una educación alternativa, no acorde con los planes y programas. Todo en la educación formal nos prepara para la sociedad de consumo, con profesores que repiten y repiten y con directores que son auténticos tiranos. Lo primero que hace un niño al conocer sus instituciones, a través de lo que llaman constructivismo, es ir a los supermercados, saber que existen los malls y luego su espacio, su mundo. Todo está disfrazado, apuntaron a destruir la memoria y lo han conseguido. Entonces, no bastan los discursos, que están quebrados; se requieren acciones.

¿Algún posgrado?

La escritura y mis talleres –en estos momentos realizo nueve– son un posgrado superior. Ahí se produce la combustión misma de la creatividad. Estudiar algo que no es mejor que mi biblioteca, la acción o las personas, no tiene sentido. Hay que tener cuidado con las instituciones, muchas veces te quiebran el cielo. Otras veces, te seducen al punto de hacerte desaparecer como persona creativa.

¿Cómo definirías tu poesía?

Es una poesía que muchas veces se borra para salir a caminar por las calles y los acontecimientos, como narrando a través de una “ficcio-realidad” o dialogando con la crónica; un escritor debe escribir su tiempo. Algunos de mis temas: la transculturización, el sistema, el capitalismo, los talentos quebrados de las poblaciones, el quiebre del lenguaje (al chileno lo defino como un lenguaje con pasamontañas). He dejado que niños y jóvenes intervengan mi poesía, para salirme del individualismo que a algunos empresarios de la palabra parece haber ahogado ¿Para qué más supermercados del lenguaje, si hay lenguajes fresquitos en casi todas las esquinas?

¿Cuál es la verdadera función que tiene la literatura, además del goce estético y de la posibilidad de difundir conocimiento?

Escribir su historia, no dejar que la memoria se venda. Ahí debiera estar la escritura, dando la batalla, como un poema lleno de fotos indelebles. El lenguaje es política en sí mismo, es cosa de ver cómo lo mal emplea el utilitarismo. Una de las cosas que ha hecho este sistema, de manera casi inteligente, es quitarnos la lucidez y llevarnos a un individualismo que ha sometido al escritor a creerse la punta de tope de un iceberg que se desmorona. Estrategias del neoliberalismo que uno debe descubrir y combatir. Creo en el escritor como un actor social. Escribir es leer y leer es escribir. La escritura nace de la valentía, de mirar al sol de frente.

¿Qué experiencias –y a qué niveles– has tenido en la enseñanza de la poesía?

He compartido poesía a través de talleres en muchos lugares de Santiago y también de regiones y a todas las edades. Es impresionante lo que te puede entregar un taller literario. Los niños me tienen todo el rato pensando, debo tener respuestas para todo, en cualquier momento debo cumplir con lo que digo y ser creativo; o si no, viene el desplome. ¿Qué es mejor, estar ahí con ellos o haciendo una carrera literaria en donde la competencia y la velocidad te hacen desaparecer? Opto por lo primero, son muchos soles, muchas tormentas mentales, mucha vida por delante. Estoy haciendo un libro para la enseñanza de la poesía y, junto a dos destacados poetas, planificamos las “Escuelas de la Poesía”, un proyecto mayor. Algunos dicen: la poesía no se enseña. Yo creo que sí, que se puede enseñar

¿Qué me puedes decir de “Descentralización poética”?

Llevamos varios años generando movilidad literaria con encuentros en casi todo Chile y otros países, en universidades, colegios, poblaciones, centros culturales, ocupando casi todos los espacios geográficos e interviniendo la ciudad. Nuestra idea es volver a encantar a las personas con un patrimonio espiritual que les pertenece y que el sistema –las academias y el sentido elitista de la literatura– les ha enajenado. El 2013 haremos un “Descentralización” en muchos lugares a la vez, invitando a poetas latinoamericanos que a su vez darán talleres en poblaciones. Daremos un golpe a la institucionalidad, diremos que la poesía está viva y las personas le han dado respiración a la palabra.

miércoles, diciembre 05, 2012

VIGENCIA DE PABLO DE ROKHA


Publicado en el periódico "Tiempo 21"

Conversando hace unos días con el académico y poeta Naín Nómez, en la octava versión del encuentro “Molina-Poesía”, el experto en De Rokha decía que éste era un poeta en movimiento, y que sus contradicciones (“donde converge el copihue horriblemente tenaz”… “la batalla por la vida va perdida de antemano, pero lo heroico es ganarla”… “como un fabricante de enfermedades que se hiciese vendedor de rosas”) habían dificultado su fijación en un contexto moderno, donde los metarrelatos aspiraban a ser inequívocos. Es por eso que el Partido Comunista de Chile prefirió como cantor de masas a Neruda y borró del mapa al autor de “Los gemidos”, a pesar de la lealtad de éste, porque necesitaba a un poeta como aquél, que exaltara la alegría así sin más: alguien más cercano al arquetipo platónico de que “lo bueno, lo bello y lo verdadero” son lo mismo.


Pero la realidad está preñada de retornos y fluye como un río. En los actuales tiempos, Pablo Neruda –que en el mundo es muy famoso y que en el burdo Chile es ante todo respetado por sus casas– es muy poco visitado por las actuales generaciones de poetas nacionales, y salvo excepciones su influencia es escasa en la poesía de autores recientes, lo cual dista de ser definitivo (es la idea). En cambio De Rokha, junto a Enrique Lihn, es el poeta más querido y respetado y mítico, quizá por su desborde existencial, y porque su discurrir paradójico y total lo hizo estar más allá del bien y del mal y de la tentación de convertirse en sacerdote (o pontífice) de una causa con verdades inmutables, donde puede que haya risa pero nunca carcajada.


Más adelante, me refería Nómez que anhelaba escribir una novela centrada en De Rokha, a quien virtualmente resucitó, pero que temía no estar a la altura. Difícil. Nómez conoce demasiado de la vida y de la obra del maulino, y su pluma de ensayista y de poeta es a ratos notable. Al parecer, el caso De Rokha –el patriarca mesiánico, el padre violento, el vanguardista utópico, el incansable y desdeñado militante, el barroco maldecidor, el macho anciano, el amigo piedra, el torrencial huaso metafísico de Licantén, y el personaje más cinematográfico del arte nacional– seguirá en el tribunal de la belleza y de la realidad. Y en Temuco se hará pronto un homenaje.

viernes, agosto 10, 2012

ALGUNOS APUNTES SOBRE "CIUDAD SUR"




Por Renzo Vaccaro Meza. 10 de agosto de 2012, Campus Menchara Lira de la UCT


“Ciudad Sur” –el segundo libro del escritor y periodista Luis Marín– es una novela cuyo formato de bolsillo resulta algo engañoso. Engañoso, pues contiene nada menos que 17 relatos imbricados, cronológicamente ordenados, aunados a un prólogo y 70 notas al pie, que aluden a una ciudad que bien pudiera ser Temuco, y que denota un complejo circuito de relaciones humanas que se ramifican en los extramuros del aparataje cultural.

Es éste un circuito poblado de oscuros personajes –como el depravado emprendedor que fundó una universidad– que movidos por los antivalores del egoísmo, la corrupción y la ambición ilimitada, constituyen una estética del desacato, donde el narrador, ya en primera o tercera persona, Antonio Roquentin se sitúa como un francotirador, cuyas municiones descarga a mansalva.

Esta serie de relatos que funden ficción y realidad, ilustran un ámbito de acción –el de la gestión cultural en todo su dilatado espectro– heterogéneo, carente de filtros profesionales y de normativas. Un ámbito de acción expuesto como una especie de jungla amazónica, con estética de reality o western televisado en horario prime, donde la especie humana se caricaturiza y se la expone como bestia hambrienta y desequilibrada.

Por ejemplo, en las notas al pie reseñadas, más que aclarar los contextos biográficos de los sindicados, lo que el autor hace es confirmar y robustecer con mayores elementos, devotos del más acucioso periodismo, sus poco elegantes estilos. En efecto, en estos singulares dispositivos el autor aplica el desmontaje ético de los productores de arte y cultura, desplazándolos desde el Olimpo al escarnio del lector, como un cuadro hiperrealista, descriptivo y frío, o un drama teatral que alude al caos y a la desesperanza. Y en ese sentido, “Ciudad Sur” es un guiño a la desesperanza, a la falta de proyección social, y la ciudad que recrea es un espacio desahuciado.

Pero por otra parte, los 17 relatos de este libro están antecedidos por epígrafes extraídos de los siete Libros Sapienciales de La Biblia católica –tales como Proverbios 4, 17; Job 12, 6; Eclesiastés 4, 10; o Proverbios 7, 18…– que, como sabemos, forman parte de ese “libro de los libros”, de ese texto que es acaso el más significativo de la cultura occidental. Y ello hace aflorar al narrador como una suerte de Giacomo Savonarola que denuncia la patología social, pero que en este caso no ofrece descanso en el arrepentimiento final. Emerge, entonces, una fallida redención, donde Cristo, paradigma del supliciado que perece en el silencio, se transfigura en Antonio Roquentin, nacido el 11 de marzo de 1977.

¿Quién es Antonio Roquentin, el narrador de estos textos que a ratos asemejan novelas condensadas? Roquentin, el co-protagonista –que agazapado acusa y después huye a limpiar excusados a Bélgica– baila sobre su propia tumba, al develar y amplificar hasta el hastío y la parodia el “carnaval de esperpentos culturales” –como sale en la contraportada– que circundan estas páginas que él mismo ha compendiado. Y como parodia de las pretensiones de los artistas de embellecer la realidad, opera en “Ciudad Sur” una siniestra maquinaria de deslegitimización en 360 grados, cuyo alcance destructivo salpica al mismo narrador o antologador de los 17 relatos del libro.


Aquí no hay héroes, ni tampoco redimidos. Roquentin nos indica que validar es ejercer poder, y esa autoridad no es más que un ejercicio performativo. Es la onda expansiva de este texto la que lo arroja a la vereda opuesta del poder. Es su propia visión la que –junto con hacerlo imprescindible– lo ha desnudado y desarmado frente a los otros lectores.

En todo caso, parece que el autor no nos quiere encandilar acá con ninguna sorpresa, y son sus propios colegas del arte y la cultura –reconocibles como seres de carne y hueso– quienes a través de sus imposturas estéticas y políticas, han servido de precursores de las febriles historietas de “Ciudad Sur”.

Sabido es que los mundos del arte nacional operan muchas veces bajo paradigmas impostados de éxitos foráneos, que en realidad tampoco allí son tan exitosos como acá nos lo parece, y están más bien lejos del catálogo de papel couché y de la ilusión de la industria cultural. Por eso y lo anterior, podemos decir que opera en “Ciudad Sur” un ultraje al oficio del artista, el desmontaje de una ética pespuntada por el amiguismo y el chaqueteo encubierto. Por eso, no puedo dejar de recordar a la pintora Celia Leyton –una de las precursoras del arte moderno en La Araucanía–, que en algunos pasajes de su libro autobiográfico “Rupanzungu”, daba cuenta, por allá por los años 40, de las dificultades que le ofreció la institucionalidad del arte regional para sacar adelante su oficio, en una Ciudad Sur dominada por el patriarcado y el academicismo importado.

Quizá en la prosa artera de este libro se nos señale una mirada que, a fin de cuentas, resulta necesaria. Una mirada que nos logre situar en el otro extremo del exitismo del del arte y la cultura nacional.

Alguna vez, el poeta Antonin Artaud nos dijo que alimentando nuestra actitud de absurdo y de muerte afinamos nuestra receptividad. Y al parecer, el exitismo y la autocomplacencia, la absoluta falta de autocrítica, nos indican, según lo reseñado, una realidad que ya no parece viable. Y que se hace imperioso refrescar.

miércoles, julio 18, 2012

BOLAÑO Y SU DESTINO EJEMPLAR


Publicado en el semanario "Tiempo 21"

El domingo 15 de julio se cumplieron nueve años de la partida de Roberto Bolaño Ávalos (1953-2003), de ese día aún no memorable (porque apenas intuíamos al maestro) en que el autor de “Nocturno de Chile” moría a la espera de un trasplante hepático en un hospital barcelonés. Mientras espero el homenaje temuquense a Juan Pablo Ampuero, que se murió hace una década, pondero que el futuro 2013, cuando ocurra lo mismo con Bolaño, los homenajes a éste se multiplicarán: libros, concursos, seminarios y tardíos lisonjeos habrán de erigirse en su memoria, incluso propiciados por decanos, académicos, políticos y otros agentes del determinismo, no pocas veces “caracterizados por su fuerza bruta y su cobardía sin fin”, como decía el escritor, y a quienes no obstante fue capaz de iluminar.

El destino del cosmopolita Bolaño, que escribió una veintena de libros, varios de los cuales fueron armados tras su muerte, es singularmente ejemplar. Luchó desde los márgenes y desde el exilio –se fue de Chile tras el golpe y de México luego del fracaso amoroso y literario, y vivió durante años de concursos literarios y mínimos empleos en España– para recién después de los 40 instalarse en la prestigiosa editorial Anagrama, donde publicó sus grandes obras. Entre ellas destacan “Los detectives salvajes”, una fascinante novela de formación que vio la luz en el 98, y “2666”, un edificio de 1.200 páginas y cinco historias que desembocan en una ciudad mexicana desangrada por los homicidios a mujeres, y que estaba corrigiendo cuando a los 50 lo encontró la muerte con la cabeza reclinada en el ordenador.

El díscolo Bolaño –que también publicó poesía y artículos de prensa y en su juventud participó del movimiento vanguardista del Infrarrealismo–, entendió que la creatividad y la cortesía van casi siempre por carriles separados. Y entendió que la literatura es una empresa algo esotérica que a pesar de su prestigio –según Barthes es el discurso que se sitúa sobre todos los otros– es una batalla que va perdida de antemano… pero que es necesario ganar.

viernes, junio 01, 2012

¿LA MUERTE DEL LIBRO?


La mutación de la lectura clásica en papel (textual) a la electrónica (hipertextual), junto a los nuevos recursos tecnológicos –como imagen y sonido– que la complementan, han cambiado el modelo de cómo la lectura se entendía. Y si bien ello la hace más diversa y accesible (¿más democrática o acaso más entretenida?), hace menos maduro el acto de leer, más acelerado y más utilitario. Y esta forma de leer, vertiginosa y simultánea, debido a su carencia de rigor estético, de alguna manera atenta contra la reflexión y el pensamiento puro. (Quizá sobre eso nos advertía Nietzsche cuando en la primera parte de su Zaratustra decía que un siglo más de lectores haría que el espíritu empezara a heder).

¿Y qué nos queda si a lo anterior le sumamos el tema quizá archimanido mas no por ello inexistente de la banalización de la cultura? Pero como mi intención es suscitar la reflexión y no pontificar sobre el Apocalipsis, en vez de denostar las nuevas formas de lectura, que en realidad suscribo aunque sin veneración, diré por qué me parece que el libro de papel no va a morir jamás, para la tranquilidad de quienes prefieren la lectura tradicional.

El libro de papel se palpa y se huele y se acaricia y nos lleva a los confines de la imaginación, para nada limitados por imágenes visuales o sonidos perpetrados por un yo ajeno a nosotros. La lectura de libros de papel es un acto íntimo y a su modo secreto, una conversación con el autor y sus determinismos (¡y nada de tener la opción de cambiar el final de la historia!), pero también con nosotros mismos, con nuestro pasado y con nuestro futuro, a pesar de ser un acto presencial que sigue una secuencia –no necesariamente cronológica– que actúa como principio ordenador. Y si bien hay ciertos textos que pueden y deben leerse de forma azarosa, el acto clásico de leer sigue apelando a cierto ordenamiento racional o aristotélico, digamos, que no se casa con lo simultáneo y que a pesar de haber perdido una fracción de su anterior prestigio no ha perdido validez.

Hace unos diez años, cuando internet empezó a masificarse y se empezaba a hablar de libros electrónicos, algunos aducían que ello era inviable, que los tablets (ahora los llamamos de esa forma) impedían las anotaciones al borde de página o volver sobre la marcha (¿?), agotaban la vista y era peligroso dormirnos con ellos, impedían subrayar un texto, leer bajo la lluvia o dejar hojas otoñales en sus páginas. Tales razones nos parecen ahora infantiles, y en realidad apelan a la necesidad que tenemos del objeto materializado. Un tablet podrá traducirnos el texto a todas las lenguas del orbe, mostrarnos cinco mil tipografías diferentes, leernos en voz alta o anexarnos diccionarios, biografías, planisferios –inmutables o mutables– o gramáticas surtidas; podrá facilitarnos el almacenamiento y la distribución a niveles increíbles, pero no se compara a un anaquel golosamente apertrechado de animales prodigiosos.

miércoles, marzo 07, 2012

ALGUNOS ARTÍCULOS EN "TIEMPO 21"

LA SIGUIENTE ES UNA SELECCIÓN DE ARTÍCULOS DE OPINIÓN ESCRITOS EN EL PERIÓDICO TEMUQUENSE "TIEMPO 21", MEDIO EN EL CUAL ME DESEMPEÑO DESDE MARZO DEL AÑO 2009.-










CONTRA LA DISCRIMINACIÓN


El fin de semana pasado, el joven Daniel Zamudio de 24 años fue brutalmente agredido por neonazis a causa de su condición homosexual. Al momento de escribir esta columna, no se ha dilucidado si quienes dejaron a Zamudio en riesgo vital, además de marcar su cuerpo con svásticas, fueron o no militantes de algún grupo de esta variante posmoderna –más bien bastardizada y sin ideas– del nacional socialismo hitleriano, esa febril apología de la violencia. Lo cierto es que la depravada acción de estos facinerosos, tiene a un muchacho inocente, calificado como dulce y responsable por los suyos y que estaba mejorando su destino, hospitalizado y en estado grave.
Personalmente –por razones que no son religiosas ni conservadoras y sí acaso intemporales–, creo que la homosexualidad es un error o una anomalía, pero sería absurdo, como lo pretenden sujetos como Carlos Larraín, que en base a nuestras creencias pretendiéramos imponer una forma de vida a todo el resto de la sociedad. Es más, desde hace décadas que las democracias de occidente vienen entendiendo que vetar a los homosexuales y lesbianas es un atentado a la libertad y, en definitiva, a la diversidad cultural y a la democracia misma. Por ello y porque Chile, aunque con mucho retraso, también suscribe esa corriente, la acción perpetrada contra Zamudio vendrá en acelerar –en la letra y en las mentes– la tan mentada Ley Anti Discriminatoria 23.592, que sanciona “los actos u omisiones discriminatorios determinados por motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos”.




Demás está decir que una ley como esa, bastante ambigua por lo demás, no impedirá los abusos ni las injusticias, que son el pan de cada día. Pero es un avance que al menos se norme sobre el particular. La discriminación –negativa, se entiende– es un mal que nos corroe a todos y contra el que debiéramos luchar. Sin ir más lejos, y tras hojear un sinfín de opiniones en las redes sociales y en los medios, comprobé que además de la obvia indignación contra los agresores de Zamudio, prevalecía en los opinantes una estupefacción burlesca que podría resumirse como sigue: “¡Qué van a ser nazis esos indios picantes, esos atorrantes de mierda que si van a Alemania de seguro los nazis verdaderos les sacan la chucha por feos!”. Definitivamente, tenemos desafíos gigantescos.

jueves, febrero 09, 2012

SOBRE LOS FONDOS CONCURSABLES


Este 2012 se cumplen 20 años desde que el Ministerio de Educación implementara una fórmula para que el estado –tras el llamado apagón cultural del gobierno militar–, subvencionara a los artistas y les permitiera crear y difundir sus respectivas obras. El sistema, que ha tenido varios nombres pero se conoce genéricamente como Fondart (Fondo de Desarrollo de las Artes), ha cambiado de ministerio, ampliado sus recursos, su ámbito de acción (ahora incluye hasta a la artesanía) y mejorado su sistema de postulaciones, pero a lo largo de toda su historia ha suscitado tal cantidad de polémicas que, sin haber perdido legitimidad, ha dejado de ser esa idea auspiciosa y feliz que vendría en “colocar al arte en el sitial que de verdad le corresponde” (Ricardo Lagos).

En la presente selección del Fondart, que se hizo a la velocidad de la neurosis, muchos artistas alegan imprecisiones a la hora de evaluar y entregar los fundamentos de exclusión. Por ejemplo, a un amigo le objetaron los escasos honorarios que pedía, y a otro, cuyo puntaje fue perfecto, le dijeron que no obstante ello su trabajo “carecía de interés”, lo cual tiene algo de burla, como la expresión de una reputada autoridad regional que aseveró que “nadie se muere de cultura”. Es decir, a las falencias naturales del sistema –ante todo la escasez de recursos que en un contexto competitivo convierten al medio en una bolsa de gatos, y al artista en prostituta (Baudelaire) “por verse obligado a ser la mercancía y el anuncio de la misma”– se suma ahora la brutal inexperiencia de varios de los encargados, muchos de los cuales poco y nada tienen que ver con el arte. ¿Acaso el feroz sino de la tecnocracia?

Pero dadas así las cosas, el peor error que podrían cometer los artistas es pelearse entre ellos a causa del Fondart. Que alguien no postule no lo convierte en héroe; que alguien lo critique sólo porque no ganó, es hipócrita o envidioso; y que alguien lo defienda sólo porque ganó, es un mediocre o un desvergonzado. Pero el asunto es todavía más complejo.

El juicio de una institución, que por emanar de un poder del estado se asume como perfecta (en concordancia con su génesis moderna), puede hacernos creer que sus juicios SON la realidad; y hacernos olvidar que, en una buena medida, estamos gobernados por leyes azarosas y por la incertidumbre. Las injusticias –como el caso de aquel artista carente de ideas y que hace de amanuense en decenas de proyectos que año a año obtiene, antítesis perfecta de ese otro que por ineptitud metodológica o falta de contactos yace sumido en la inopia– son parte del juego. Quizás haría falta a los artistas, aunque sea para salirse del esquema del iluminado, una dosis de estoicismo: esa fe indestructible pero carente de toda esperanza.

lunes, enero 09, 2012

UNA ENTREVISTA

LA SIGUIENTE ENTREVISTA FUE PUBLICADA EN EL SEMANARIO "TIEMPO 21", EL VIERNES SEIS DE ENERO DE 2012
Por Ireneo Funes, periodista. Paradójicamente, esta entrevista fue realizada desde Concepción, lugar donde resido desde hace un tiempo. Y la paradoja no está dada por la lejanía, que internet soslaya, sino porque Marín, “desencantado de cierto periodismo temuquense”, me pidió a mí que, tras leer su reciente novela “Ciudad Sur” (Del Aire Editores), que presentó en el Museo Ferroviario “Pablo Neruda” de Temuco el 16 de diciembre pasado, le hiciera algunas preguntas sobre la misma. ¿Cómo sintetizas tu libro “Ciudad Sur”? Una novela de 17 relatos inspirada en hechos acaecidos entre 1990 y 2007 en una ciudad ubicada entre los 38 grados de latitud sur y los 72 grados de longitud oeste, los cuales son narrados, ya en primera o tercera persona, por el periodista Antonio Roquentin, y cuyo antagonista es el empresario que fundó y desfondó una universidad. Como dice un crítico, “Ciudad Sur” despliega con risa y con llanto un carnaval de esperpentos culturales, engendros salidos del libertinaje económico, la egolatría demente, las miserias de los artistas y las fanfarronerías literarias. Qué dificultades y facilidades tiene un escritor que radica y radicaliza su contexto literario y humano en el sur de Chile? Entiendo que Temuco y Concepción son realidades diferentes. El tema de la visibilidad, en un contexto general de neo-analfabetismo y retroceso literario, es un vía crucis para casi todos. A mí no me ha afectado mayormente la distancia de Santiago, porque hice algunos estudios allá y he estado involucrado en la escena nacional (es un decir) desde el año 2003; además, Temuco también ha protagonizado ciertos hitos literarios relevantes. Lo complicado es la mentalidad pueblerina: esclerótica, dada a las genuflexiones y donde los funcionarios, hasta los más ignorantes y cobardes, se creen seres superiores. Hace un mes participé en una lectura y el director de la entidad convocante, tras hacer una introducción de 15 minutos, leyó un poema muy malo dedicado a la Mistral, habló de los fantasmas de su prócer y pidió un afectado aplauso hacia los poetas. Su cortesía enfurecida y mojigata –como de huaso ofreciendo porotos con champaña– es un ejemplo de cómo se entiende la cultura en estos lares. En cuanto a las facilidades, puedo decir que esta tierra de colonos, inmigrantes y mapuches expoliados, cuenta con un imaginario prodigioso que apenas ha sido trabajado. Pero más que de facilidades, yo hablaría de posibilidades. Acá todo es un poco más difícil. En esta ficción armaste un cruce entre personajes deudores de la literatura (o del cine) y la investigación periodística. Háblanos del método de trabajo para tal. Mi idea fue mezclar ficción y crónica porque –según entiendo los actuales tiempos de simultaneidad y olvido, donde todo y nada está a la vez– la realidad apenas se sospecha. La gente se mueve por sensaciones térmicas o por emociones a control remoto, y eso me hizo escribir para un estadio intemporal y también a-espacial. Como diciendo: “no conozco a nadie y nadie me conoce, pero manejo relevante información”. Asumo que corro algunos riesgos, pero mínimos, porque la literatura está como enterrada. Los antagonismos en "Ciudad Sur" están personificados por el empresario (o el político) y el artista. ¿Qué tienen ambos en común y qué los diferencia? El elemento en común y que obra como una suerte de pecado capital en “Ciudad Sur”, es la ambición ilimitada: el deseo de acarrear agua a sus respectivos molinos para elaborar un programa total. Pero el empresario y el político son la gloria de este mundo y quienes administran la realidad. Y el artista, o la mayoría de ellos, hablan desde los márgenes, a veces tan sólo rumiando. Mi delirio fue la subversión de tal estado y al precio que fuere. El resultado es hilarante y horroroso. Como en tu libro anterior (“Palacio Larraín”, 2006), acá utilizas el cuento a manera de relatos imbricados. ¿Por qué apostar por este formato? Fue para evitar el desborde, porque también hablo de otros temas relacionados con la biografía del protagonista Antonio Roquentin (1977). Además, el hecho que cada relato se pueda leer por separado, permite, en virtud de la concisión, una mayor cantidad de combates en una misma velada boxeril. En la contratapa de tu libro, el crítico Álvaro Bisama te reseña como “cartógrafo del infierno”. Cita acertada cuando el tono acusatorio de tu escritura nos remite directamente al Antiguo Testamento. Háblanos de ello y de cierta fijación por lo malicioso y retorcido. No hay tal tono acusatorio desde el momento en que victimarios y víctimas –incluido el narrador Antonio Roquentin– cometen perfidias similares. Lo que prevalece finalmente es un tono que, si bien tiene bastante de macabro, remite a la sátira o al humor negro, en el sentido de mecanismo de defensa del yo frente a la realidad externa; además, recrear el mal es también una forma de conjurarlo. Sobre mis alusiones al Antiguo Testamento, estas tienen que ver con la presencia de epígrafes extraídos de los Libros Sapienciales de La Biblia, llamados también de Poesía, y que son siete en la Biblia católica y cinco en la protestante. Esa inclusión tuvo un afán menos pedagógico que cultural: un japonés o un griego pueden intuir, aunque sea una parte del sentido de mi libro, leyendo el epígrafe respectivo de cada cuento… Evangelio según Mateo 5,6.

viernes, diciembre 16, 2011

EL ADVENIMIENTO DE "CIUDAD SUR"



(Publicado en el periódico "Tiempo 21")

El viernes 16 de diciembre de 2011, cuando esta edición de “Tiempo 21” salga a los kioscos de Temuco, mi novela “Ciudad Sur” verá la luz, a las 19:30 horas, en el Museo Ferroviario Pablo Neruda. Instancia que será presentada por el joven escritor Christian Rodríguez Büchner y amenizada con la música del cantautor Fernando Salazar.

Acaso sin saberlo, en varias columnas que he publicado en este medio me he referido a “Ciudad Sur”. Por ejemplo, cuando hablé de la ya extinta Universidad de Temuco (1990-1999), que fuera fundada y desfondada por un empresario que pasó con pena y con gloria por “la ciudad más progresiva de América Latina” (como se llamó a Temuco cuando crecía a una velocidad tan rápida que muchos hablan de lavado de dinero). O cuando me referí a ese hermoso sueño de la máquina del arte con trazas de anarquismo que fue –y sigue siendo– La Fábrika Temuco. O cuando hablé de la utopía fundacional, a ratos delirante, de ciertos poetas mapuche. O de las iniquidades de ciertas políticas represivas y de la burocracia cultural.

En efecto, “Ciudad Sur” opera –según un crítico cultural– una metodología que tiene mucho de crónica temporal, espacial y vivencial de observador participante. Y por ello se emparenta con el periodismo de denuncia, fuente ineludible a la hora de indagar en ciertas lógicas del poder que resulta necesario desenmascarar. Pero tampoco es menos cierto que junto a los hechos antes reseñados –y a ciertos crímenes atroces que no se quiso resolver– el libro presenta, y de manera descarnada, las miserias de los artistas y de ciertos fanfarrones literarios, entre los cuales tampoco se libra el protagonista Antonio Roquentin (1977). Por ello es posible afirmar que, en este libro descreído y bastante paródico, la mandíbula batiente prevalece por sobre el ceño fruncido del fiscalizador moralizante. Porque al autor jamás le interesó situarse en el enclenque pedestal de profetas como el vocalista de la banda “Calle 13”, o el poeta santiaguino de las mil y una páginas que habrán de redimir al mundo.

En “Ciudad Sur” los victimarios y las víctimas son parte de un mismo saco de perfidias. El código de la ambición desmesurada, que es acaso el pecado capital de “Ciudad Sur”, hizo posible tal milagro. Y todo el resto es Literatura, como alguna vez se dijo.

jueves, septiembre 01, 2011

TIROLOCO, DIEZ AÑOS (1975-2001)


Hace exactos diez años mi dilecto amigo Cristian Yañez Paredes (1975-2001) decidió largarse de este mundo y seguir investigando en otros lados. Porque él, que debía su apodo a un-caballo-sheriff-medio-esquizoide-que-daban-en-la-tele-cuando-niño, fomentaba ese humanismo de viejo cuño que nos sugiere vivir cada momento como si fuese el último. En efecto, Cristian Alejandro -de quien no conservo fotos- era un torbellino que no sólo gustaba del rock y sus pontífices, si no también de la lectura, el dibujo, los deportes (fue un precursor del skate), el comic, las mujeres, la ropa vistosa, las prácticas psiconáuticas, los filmes de acción y, en sus últimos meses, del obsesivo ejercicio audiovisual; también fomentaba esa curiosidad insaciable por el ser, no previamente acotada por vía categorial, que es la génesis de toda creatividad. Por eso afirmo que, más allá de claustros institucionales, Cristian, que saltó del corazón al mundo para construir un poco de infinito para el hombre (Huidobro), fue un maestro de la investigación. Y ejecutó esos trabajos con una negligente felicidad.

En cierta ocasión, una persona me dijo que Tiroloco había venido a este mundo a sufir y a hacer sufrir. Nada más errado y limosnero. Tiroloco amó mucho, a mujeres y a niños (sobre todo a su hijo por quien se desvivía), a su familia (algunos de los cuales lo exiliaron) y a los muchos amigos, amigotes y amigoides que lo conocimos. Tiroloco -el satánico y el réprobo de Dios, según los que ven la paja en el ojo ajeno sin notar la araucaria en el propio- era capaz de dar cariño a ancianos desconocidos y quitarles con una sonrisa diez años de pesares. Tenía eso que se llama ángel. Había en el rebelde Tiroloco, a pesar de ciertos hábitos del mal y la desdicha (sobre todo en los últimos años), una suerte de invulnerable inocencia.

Pero Tiroloco, cuyo patrimonio espiritual era cuantioso, fue devorado por su medio, por ese Pueblo Blanco www.youtube.com/watch?v=MP8EwzEuEjk contra el que Serrat nos advierte. Este campesino cosmopolita, este sujeto del porvenir, fue desbaratado por la maledicencia chilenera y por la ética de un orden corrompido del que no pienso hablar. Y no lo haré porque -a diferencia de como me sentía en esos años, cuando Tiroloco vivió en mi casa de Las Heras 38, en Ciudad Sur, para luego marcharse tomando la llave del infinito- he perdonado a la realidad o pretendido hacerlo. Y no tiene mayor sentido indagar en la lepra negra del error. Pero sí tiene sentido indagar en los aciertos de la preclara memoria de Cristian, quien llevó sus banderas al límite y será visto como el indeleble precursor de una era más sagaz, agradecida y tolerante. "Un día vendrá, ha venido ya", nos recuerda Vicente Huidobro, el caballo de la fuga interminable.

domingo, junio 12, 2011

DESALOJANDO LA CULTURA




Publicado en el periódico "Tiempo 21" (edición del 10 al 16 de junio de 2011)

Hace unos días, la Escuela Sociocultural de Artes “La Fábrika” –un oasis difusor de la cultura ubicado en el recinto de las ex cecinas Rendel, casi al llegar al sector de San Antonio, y que antes fuera un basural y un epicentro de asaltos, violaciones y consumo de drogas y alcohol– fue irrumpida por Carabineros y maquinaria pesada, quienes rompieron el portón de entrada. La finalidad de esta amenaza perpetrada sin aviso ni orden judicial alguna, era expulsar o intimidar a los jóvenes (incluido un pequeño de meses) que, aunque con interrupciones, ocupan el lugar –que les fuera cedido de manera indefinida por el anterior dueño, aunque sólo de palabra– desde hace casi una década.


“La Fábrika” (Personalidad Jurídica Nº 2435), forma parte de la Red Latinoamericana de Arte Para la Transformación Social, y ha realizado una inédita labor educativa y de difusión del arte y la cultura en la ciudad de Temuco, ante todo hacia sectores vulnerables (niños, mujeres, pobladores), implementando talleres de música, artes escénicas, artes circenses, agroecología y medicina alternativa, entre otros. Por ello, a falta de instancias que salvaguarden el derecho a la diversidad cultural –según lo estipulado en el Convenio Sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales del año 2005, firmado por Chile ante la Unesco–, resulta inaudito que a pretexto del lucro ilimitado se coarte una labor social de tan alta estatura.

Seamos claros. Nadie ha dicho acá que Cecilia Taladriz, la dueña del recinto (Proverbios 17, 16), no esté en su derecho de hacer con su espacio lo que le venga en gana. Pero es indudable que la dimensión legalista de las cosas es apenas una parte de la realidad, y que el bien, la verdad y la belleza –¡y vaya si no lo sabremos!– no pasan necesariamente por ahí. Ni mucho menos por esa marrana creencia, de una indigencia espiritual intolerable, de ver al dinero como un fin en si mismo. Es de esperar que la fecha finalmente destinada para el desalojo –martes 14 de junio de 2011– sea modificada, pues entre otras cosas los integrantes de esta cofradía abierta están ejecutando dos Fondart. Para compartir ideas, un grupo de intelectuales españoles y franceses se encuentra, en el momento en que esto escribo, en “La Fábrika”, y colaboran con su experiencia. Las luchas con sentido hay que darlas hasta el final.

miércoles, marzo 16, 2011

Apuntes sobre HAMBRE, de Knut Hamsun


Hambre, la novela que consagró al Premio Nobel Knut Hamsun (1859-1952) en su natal Noruega, se desarrolla en el inhóspito Oslo (a la sazón Cristianía) de aquel entrecruce de siglos: una sociedad protestante (ya no lo es) y preindustrial, que sin ser tan bestial como otras sociedades de la Europa de ese tiempo, se nos muestra febrilmente pragmatista. Su protagonista, Jens Ola, es un joven escritor y periodista de oficio, afectado de un problema capital de la condición humana: La dificultad del hombre para ganarse un sustento que le impida morirse de hambre, sin trabajar en cualquier cosa y sin -aquí radica la tragedia- acudir a la mendicidad, el delito, la prostitución (que también puede ser espiritual) o la herencia.

Ganarse el pan / Ganarle al Arte

Nada se nos dice del origen social de Jens. Pero, mientras el drama trascurre, lo sabemos educado y culto (de algunos de sus gestos deducimos su origen burgués), individualista, algo orgulloso, insensato y poseído de efusiones religiosas, que van desde la apología del sufrimiento, pasando por el acatamiento resignado, hasta la más extrema rebeldía, menos contra Dios que contra un sistema que le impide surgir en buena lid. En efecto, Jens no se rebela contra cualquier trabajo (se nos dice que ha desempeñado varios oficios), sino contra el hecho de no poder ejercer el que le es connatural: la escritura en sus múltiples formatos, para la que tiene un talento probado, pues ha ganado dinero escribiendo artículos para los periódicos. Y es acá donde Hambre nos sitúa en otro de los temas esenciales de la literatura: El desarraigo (o desamparo) del artista no cosificado o no sometido a directrices familiares o epocales; un desarraigo compartido por el propio Knut Hamsun, alguna vez simpatizante nazi y que siempre abjuró de la democracia burguesa y su sistema de apariencias (“Hay hombres que creen que la virtud consiste en decir: ‘¡hace falta la virtud!’. Pero en realidad sólo creen que hace falta la policía”, resumiría Nietzsche).

Asimismo, la carrera de Jens hacia la inmortalidad está trazada de contradicciones: Así como un monje espera la iluminación divina en su ascético claustro institucional, Jens espera la laboriosa inspiración al amparo del ruido mundano, donde la inactividad sin atavíos es mal vista, sobre todo por la policía. Y ni hablar de sus versiones disonantes sobre el bien y el mal (su forzado ascetismo le impide aceptar el egoísmo humano), la corrección e incorrección (la alegría de ciertos rostros le resulta intolerable, su manejo del dinero y su excesiva caridad son insensatas), y hasta del ser mismo de la escritura (sobrestima a la musa inspiradora en desmedro del trabajo inercial)… cualidades que se ahondan mientras el hambre lo empieza a carcomer.

El eros en el hambre

Hacia la mitad de Hambre, mientras se acerca el pavoroso invierno, Jens importuna a una mujer que días después lo sigue, aún a despecho de su apariencia. Él la idealiza y la llama Ylajali. Al poco andar percibimos que es una prostituta que lo cree un libertino empobrecido, pero que al percibir lo errático de su comportamiento virtuoso (“Le aclaré que el inteligente pobre es un observador mucho más fino que el rico inteligente. El pobre mira a su alre¬dedor a cada paso que da y espía suspicazmente cada palabra que oye; y a cada paso que da, él mismo impone a sus pensamientos y a sus sentimientos una norma y un deber. Tiene el oído fino, es impresionable, experimentado y su alma tiene quemaduras”) cambia de actitud y se muestra impenetrable, aunque no deja de quererlo. A partir de este episodio nos planteamos preguntas esenciales: ¿Puede acaso la mujer tolerar la pobreza masculina sólo cuando nace del infortunio o del vicio, pero jamás de una actitud consciente y hasta premeditada como parte de un designio?... ¿Es el celo femenino hacia la vida y la materia (excepción hecha de la mujer religiosa) una cualidad contrapuesta a la llama y a la fiebre del artista, por lo cual siempre anhelará sustraerle esa llama y hacerle poner los pies en la tierra?

¿Morir de inanición?

En la cuarta y última parte de Hambre sabemos a Jens hospedado en una cuartucho y debiendo tres semanas. No obstante, la patrona lo alimenta dos veces al día con rebanadas de pan, pero él sigue buscando la inspiración y vertiendo palabras en sus cuartillas, esta vez ¡un inaudito drama medieval! Su delirio se acrecienta con la desnutrición y no puede concentrarse. El frío arrecia y el hacinamiento lo empieza a enloquecer, pues se involucra en asuntos familiares (no tolera la perfidia humana). Cuando le informan que ocuparán su cuarto y deberá dormir en la habitación donde reside la familia, acepta resignado y sigue escribiendo desde una silla, pero se resiste a ir, hasta que la mujer lo expulsa por la fuerza. Duerme afuera un día y al siguiente, desfalleciente, vuelve a la casa. Pero cuando la patrona lo descubre lo amenaza con la policía. El desenlace es exquisitamente delirante y -más allá de la sabida irrealidad del universo literario- predecible: Jens -narrador en primera persona de esta novela sorprendente- no se muere de hambre y modifica su actitud… pero lejos de Cristianía

Como Jens no es un hombre de acción, la fuerza de Hambre no radica en la anécdota, tampoco en la descripción del museo de horrores del ser (los personajes subalternos de Hambre carecen de grande patetismo y casi parecen pintados). Jens no es un lunático, ni un héroe desgarrado, ni una víctima social, tampoco un santo o un inconformista vano: Es, ante todo, un sujeto profundamente espiritual, que escribiendo sus cuartillas navega en la que es una de las tragedias primordiales del ser humano, según nos lo recuerda el versículo décimo séptimo, del capítulo tercero del libro del Génesis.

viernes, enero 07, 2011

APUNTES SOBRE "LA PIEL DE ZAPA" DE BALZAC



Décimo segundo día del año 2011. Acabo de releer "LA PIEL DE ZAPA", considerada la primera gran novela de Honoré de Balzac (Francia, 1799-1850), cuyo asunto son los infortunios del veinteañero Rafael de Valentin, acosado por el QUERER y el PODER, "esos dos actos instintivamente realizados por el hombre y que siegan las fuentes de su vida".

Pienso en la mujer que quiero (que en el ahora es la medida de mi tiempo)y en el enorme Balzac ("la frialdad, la penetración, la estupidez, el delirio de grandeza, la pesadilla, el sueño de una noche de indigestión", a juicio de Pío Baroja) que escribía 15 horas diarias incendiado en cafeína para pagar sus deudas. Pienso en el trágico sino de este monarquista que pretendió urdir una serie de 137 novelas interconectadas (concluyó unas 90) llamada "La comedia humana", donde en clave realista daría pinceladas de todas las costumbres, realidades e históricos sucesos de la Francia de entre 1815 y 1830; este monarquista frustrado que al decir del marxista Engels, "pese a deplorar la descomposición irremediable de la alta sociedad, nunca es más amargo y más hiriente que cuando hace actuar a los aristócratas, esos hombres y mujeres a los que tanto se anhelaba parecer".

Una piel de zapa

Rafael, hijo de un aristócrata cruelmente empobrecido por las vicisitudes de la historia y ha poco tiempo fallecido, es un estudiante de derecho con pulsiones literarias. Soñador y doliente, ha hecho del arribismo un poema altisonante. Acaba de rechazar a una mujer angelical y pobre (Paulina) por una inalcanzable condesa que a su vez lo ha despreciado (Fedora), y gastado sus últimas monedas en el tapete verde. Las pierde y, poco antes de ahogarse en el Sena, le ocurre un evento sobrenatural: halla, en la prodigiosa tienda de antigüedades de un anciano ("que podría hacer las delicias de un pintor que modelara al Padre eterno o al burlesco Mefistófeles"), una piel de zapa (lijada). Dicho amuleto, dicha piel de asno salvaje del oriente medio, colmaría todos sus deseos y pasiones, pero le quitaría la vida a pasos de gigante si estos se descomedían, a la par que amenguaría ella misma. El anciano le regala la funesta piel de zapa y se da curso -es un decir- al segundo giro cienematográfico.

La tiranía del deseo frustrado

"Todo lo he tenido por haber sabido desdeñarlo todo y conformarme con verlo. ¿Y ver no es acaso saber? ¿No es descubrir la sustancia misma del fenómeno y apoderarse de su esencia?". Así le advierte el anticuario al codicioso Rafael, quien tras salir de la tienda encuentra a unos amigos que lo invitan al banquete ofrendado por un banquero (el Taillefer de "La posada roja") que recluta plumas para su periódico. Y es ahí, tras una suculenta noche de política borracha, devaneos monetarios y mujeres públicas, que Rafael le cuenta a Emilio, su amigo que escribe reseñas de arte, las razones de su intento de suicidio: su atormentada juventud de noble empobrecido y amante despechado.

Una mujer sin corazón

Entre las cualidades de la prosa balzaciana están la minuciosa descripción de ambientes (¿algo que el cine y sus derivaciones han hecho innecesario?), el escéptico respeto por la ciencia y ante todo una grande omnisapiensa de los gestos y las siquis de los hombres y mujeres de su orbe. En la segunda de las tres partes del libro, "Una mujer sin corazón", se nos muestra a Leonora, la fría condesa corrompida por el lujo ("esas criaturitas que se pasan la vida probándose cachemiras, no tienen espíritu alguno de sacrificio, y exigen y ven en el amor el placer de mandar y jamás de obedecer") y que descree del amor ("que lleva incluso al crimen a tantos hombres necios", nos dice), del matrimonio ("prefiero estar muerta que ser desdichada") y de los hijos ("son una incomodidad terrible", asegura), pues "toda su felicidad se cifraba en el bienestar en la vida, en los goces sociales, y el sentimiento no era otra cosa para ella que el desempeño de un papel". Pero el porfiado Rafael, que se endeuda y escribe biografías a pedido para apurar un ascenso que sólo está en su mente, debe beber hasta el fondo de las heces el cáliz del amor incomprendido, y cuando le pronostica a Leonora una vejez amarga, la condesa le contesta: "Siempre tendré dinero, y con el oro siempre podremos crearnos en nuestro derredor los sentimientos necesarios para nuestro bienestar". Ahí respira el feroz materialismo de Balzac, que sin caer en el cinismo de ese grande humorista que es Guy de Maupassant, es de un pesimismo casi sordo: "El mundo aborrece los dolores y los infortunios, les tiene el mismo horror que a los contagios y nunca titubea entre ellos y los vicios; el vicio es un lujo, pero por más majestuosa que sea una desgracia, la sociedad se da traza para empequeñecerla y ridiculizarla"...

La tiranía del deseo cumplido

Tras el relato que Rafael hace a su amigo y hacia el final de la juerga ("que con sus recias manos exprime todos los frutos de la vida, no dejando en torno suyo sino innobles desechos o mentiras en las que ya no es posible creer"), le pide a su piel de zapa doscientas mil libras de renta... y al poco rato se presenta ante sus ojos un notario con una herencia ya extraviada.

Y tras ese golpe de fortuna (concepto equívoco que homologa la suerte con el dinero), Rafael, que se convierte en el marqués De Valentin, se sume en la más desembozada de las crápulas (libertinajes, borracheras), en los placeres salvajes, en el lujo ciego y en el cumplimiento de favores y venganzas. A los tres meses, a sus escasos 26, está convertido en un millonario decrépito que tiene una vida regulada en base a órdenes que da a sus subalternos, pues cada deseo suyo -cada sensación, molestia o ilusión- amenaza su existencia. En este verdadero infierno del orgasmo de la vida en su esplendor y su derrota, decide examinar la abominable piel de zapa que se amengua cada día. Cuatro especialistas, un químico un naturista y dos mecánicos la ponderan e intentan estirar o destruir ("¿La ciencia? ¡Inútil! ¿Los ácidos? ¡Agua clara! ¿La potasa roja? ¡Deshonrada! ¿La pila volcánica y la descarga? ¡Dos juguetes! ¡Una prensa hidráulica partida como sopa de pan!... ¡Creo en el diablo"). El final de Rafael, cuyas visitas a los médicos son otras formas del absurdo de la ciencia que erige sus propias supersticiones, es predecible.

Hacia mediados del siglo pasado, Borges sustuvo que escribir una novela que tratara un solo tema era un "desvarío laborioso y empobrecedor". Dadas así las cosas, quizá sea inviable leer a Balzac en estos tiempos, con sus descripciones infinitas, sus alardes eduditos y filosóficos, y sus párrafos preñados de subordinaciones. En la era de la información los enciclopedistas han bajado del Olimpo. Pero no es menos cierto que la literatura es un bien en si misma, más allá de cualquier utilidad privada o pública. Y nunca es un vano ejercicio subir a la montaña y coger aquellas flores extraviadas.

martes, enero 04, 2011

PERSONAJES Y PERSONAS DE LA ARAUCANÍA



El último día del año 2010, el diario “El Austral” de Temuco publicó una lista con los “Personajes Bicentenarios” de la región de La Araucanía. La lista de 12 nombres,
que representan a 12 arbitrarias categorías (por ejemplo, se parangona a Empresarios, con Mujeres, Personajes, Instituciones, Bomberos…), fue escogida mediante la votación de los lectores. Pero los 15 nombres de cada categoría fueron seleccionados en el laboratorio de marketing de “El Austral”, que entre otros absurdos desestimó que el hito fundacional de Temuco –nuestra absorbente metrópoli regional– tiene 70 años menos que la independencia patria (o la fecha que conmemoramos como tal).

La iniciativa de elección popular tuvo rasgos positivos, como alentar, aunque sea de forma casual –en este auténtico far west que sigue siendo la región, donde abundan los malvados con reputación de héroes–, el recuerdo de personas claves y admirables, en sus respectivos ámbitos, para el desarrollo o buen nombre de La Araucanía o a lo menos de Temuco: Luis Picasso, Armando Dufey o el incomparable basquetbolista Rufino Bernedo, por nombrar solo a tres. Pero tampoco está libre de reparos. Dos ejemplos: desestimar en el pódium de la sección Deportistas –donde hay una gimnasta ya retirada que no llega a los 20– al angolino Alberto Larraguibel, quien como equitador logró un récord mundial de salto alto a caballo que lleva más de seis décadas sin ser batido; o nombrar al folclorista Tito Fernández (alguna vez amigo del sicario Álvaro Corbalán) como el artista más importante, en desmedro de Pablo Neruda, uno de los poetas más notables a lo largo y ancho de la lengua castellana. Pero el ejercicio de la democracia es así en los actuales tiempos, y parece estar determinado por los dispositivos publicitarios y la progresiva desmemoria ciudadana.
Por otra parte, toda elección implica un acto discriminatorio, relacionado con las modas o las ideologías, cuando no con los creados intereses. Y en cada ladrillo de gloria (o de fama, que es su hija bastarda) hay una operación de blanqueamiento, de orgulloso autobombo y, por qué no decirlo, de violencia. Hoy más que nunca, en la tiranía del google, la apariencia de lo real parece haber superado a la realidad misma: y aquello debiéramos considerarlo a la hora de medir, en el prójimo y también en nuestras ilustres personas, la gloria transitoria de este mundo.

martes, octubre 12, 2010

SOBRE EL LIBRO DE UN POETA TEMUQUENSE




Acabo de regresar a Los Ángeles (provincia del Bío-Bío) desde Santiago, donde asistí, entre otras instancias, al lanzamiento de "Arte Tábano", el tercer poemario de Ernesto González Barnert (1978). Circunstancias felices, relacionadas con la oportunidad, harán que resida en Santiago hasta fines del presente año para dar término a "EMPRENDEDORES", mi segunda novela de 18 relatos imbricados que excederá las 400 páginas.

Sobre el libro de Gonzalez escribí la siguiente columna en el semanario "Tiempo 21" de la Araucanía... (Noticia de última hora: Aún no sube el primer minero, pero estoy cierto que todos serán rescatados; y, como no veré un solo segundo de televisión -sería lato explicar el porqué y además es deducible- celebraré con fervor y beneplácito en el día de mañana... dando por sentado que el circo posterior será a todas luces intolerable y quizá desbarate a más de alguno de los protagonistas).

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El martes 5 de octubre asistí al lanzamiento de “Arte Tábano”, el tercer poemario del temuquense Ernesto González Barnert (1978), quien desde hace 12años reside en Santiago, al igual que César Cabello, Ángel Valdebenito y Jaime Huenún, entre otros eminentes poetas regionales que decidieron emigrar al centro: eminentes por la fuerza de sus versos, pero no por su prominencia ciudadana. Es bien sabido que la literatura es en la actualidad –por razones como la mutación del paradigma cognitivo desde lo escrito a lo audiovisual, la tiranía publicitaria que ilegitima todo lo que no satura o el predominio de cierta bastardía espiritual– un quehacer casi marginal, ligado a la academia y al hacinado mundo de los escritores, “condenados a leernos bajo el látigo y por una eternidad los unos a los otros”, como profetizara Enrique Lihn hace casi cinco décadas, y es por eso que parece estar en extinción.

Y sin embargo se mueve. La fuerza de la poesía es quizá subterránea pero no insignificante, y prevalece frente al ruido y los escombros del sueño consumista y sus obsolescencias. Renace de las cenizas, se redescubre y se reinventa y vuelve a por sus fueros, como un rey destronado que no por eso ha dejado de serlo. Y si bien todos los poetas contribuyen a la mantención de su fuego inextinguible, no todos logran una alquimia trascendente, lo que sin desmerecerlos los invisibiliza.

González, quien además ha realizado una veintena de entrevistas a escritores en la página de internet www.letras.s5.com, una auténtica aduana de la literatura nacional, ha hecho de su arte una metapoesía o reflexión sobre la poesía misma (“Mi única lealtad es con la poesía / Su impacto / No esperen de mí otra dirección / Mi timón está hundido en sus sombras”). Pero también sobre la realidad política (“Chile entero la cloaca, el hedor de la cloaca, la cólera de la cloaca / En cada cinta tricolor que las tijeras de las autoridades cortan. / En cada botella de champaña que nuestros mercaderes estrellan / entre risas, contra la nave Prats”), cultural (“Golpeamos demasiado fuerte la mesa / y ahora pagamos las consecuencias / tratando de deglutir el pan nuestro de cada día, / tras la batucada, los mimos, / media docena de tipos agitando banderas en zancos / y el discurso de siempre / por el tony de turno”) e inclusive religiosa (“Falla si los clavos que cruzan sus rodillas no son también los clavos / que atraviesan a todos los arrodillados que no son escuchados / esta noche. / No pueden esperar más”).

“Arte tábano”, cuyo título alude a ese fastidioso insecto zumbante que nos saca del relajo (¿del letargo?), es uno de esos libros que al hacer apología de la derrota (en este caso de la escritura) dejan por lo mismo de encarnarla… y en los que paradójicamente se siente el olor a pólvora.

miércoles, septiembre 22, 2010

POESÍA MAPUCHE EN EL BICENTENARIO


Publicado en el semanario "Tiempo 21"

Estoy lejos de adscribirme a lugares comunes e idealizar, desde una cómoda distancia de progresista bebiendo un gin-tonic, a un grupo de individuos que apenas conozco. No es mi caso. Salvo intervalos, he vivido 30 años en La Araucanía y me he relacionado, a veces atrozmente, con varios mapuche, conozco parte de su mitología milagrosa y he compulsado las historias de Bengoa y Marimán.

Al momento de escribir este artículo, 33 de ellos sostienen en varias cárceles una huelga de hambre que supera los 70 días: un legítimo acto de protesta por parte de ciudadanos, acusados de actos terroristas y que se sienten maltratados, sobre todo considerando los abusos de una ley que, entre otras injusticias, los priva de libertad mientras se les investiga, avala testigos sin rostro para incriminarlos, y permite salvajes allanamientos y torturas bajo cuerda.

Y es en medio de este hecho que doy unas pinceladas sobre poesía: la poesía escrita por autores de este origen y con tópicos de esta cultura… quizá el hecho literario más relevante de las dos últimas décadas en Chile.

Como sabemos, la lengua mapuche o “idioma de la tierra” es esencialmente oral, y es en su entrecruce con la lengua castellana que el mapudungun adquirió su cualidad escrita. Por ello no hay consenso a la hora de proponer un alfabeto, y en la actualidad son tres los que se disputan el derecho de poner en molde los inmemoriales sonidos de esa etnia: el Alfabeto Mapuche Unificado, el del lingüista Alfonso Raguileo y el Alfabeto Azümchefe (propuesto en 1989 por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena). Pero más allá de resistencias, adocenamientos o prejuicios, podemos decir que la repercusión e interés por esta poesía se ha consolidado gradualmente en el ámbito literario, a través de entrevistas, publicaciones, investigaciones y encuentros en los que estos autores son considerados con frecuencia.

Quizá el primer gesto que marcó esta tendencia fue la publicación, en 1966, del cuadernillo Poetas mapuches en castellano del profesor normalista Sebastián Queupul, caracterizado por la nostalgia y el sentimiento de desarraigo. Pero quienes en realidad alzaron dicha poesía a su sitial más alto fueron nombres como Leonel Lienlaf (“Se ha despertado el ave de mi corazón. / Extendió sus alas y se llevó mis sueños / para abrazar la tierra”), Elicura Chihuailaf (“Piedra Transparente será éste, por mí, dijiste / Oh! Genechén, envíame tu aliento / tu resollar de aire poderoso”) y Jaime Luis Huenún (“La muerte es lo que escribe / el agua sobre el agua, me dije contemplando el rocío de la tierra / Lloré, entonces, lloré, sólo por el delirio de respirar tu aire”.), quienes publicaron sus primeras obras en la última década del siglo anterior y dejaron establecida una suerte de ruta, que han seguido muchos otros, con mayor o menor felicidad.

A mi mido de ver, el posicionamiento de la poesía mapuche –con su culto a la ancestralidad, sus afanes de justicia histórica y su ferviente anhelo de esclarecer la realidad del habitante originario en la modernidad– tiene bastante de reivindicación simbólica: de saldar, con este gesto exiguo pero no insignificante, una parte de la deuda por las cuantiosas fechorías (como el robo legalizado) que el Estado de Chile propulsó contra ellos en nombre del progreso, ante todo en la segunda parte del siglo XIX ("Esta guerra no nos costará sino mucho mosto y mucha música", reza una carta del una carta del Intendente Cornelio Saavedra al Presidente José Joaquín Pérez). Pero es indudable que la grandeza de sus versos situa a muchos de estos autores en lo más alto de nuestra mejor tradición poética, sin apellidos. Y este “sin apellidos” debe hacernos pensar en que no hay unidad posible, ni festejos felices, sin el rescate y el respeto de las diversas identidades que nos configuran… y más aún si estas son tan discernibles y valiosas como la mapuche.